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El hombre que asesinó a su mujer y, al salir de prisión, mató a su abogada Vecino de La Puebla de Híjar (Teruel), descerrajó 11 tiros a su esposa, cumplió condena y, cuando recuperó la libertad, degolló a su abogada En mayo de 2003 España celebraba elecciones municipales y autonómicas. Unos comicios que transcurrieron sin apenas incidentes hasta que se tiñó de luto en el fin de campaña. Patricia Maurel, candidata por el PP a la Alcaldía del municipio turolense de La Puebla de Alfindén, había sido asesinada. El crimen no lo firmaba el terrorismo de ETA, sino el machista. Fue su esposo José Javier Salvador Calvo quien le descerrajó 11 tiros, dos de ellos en la sien. El hombre fue juzgado y condenado, cumplió prisión y cuando consiguió la libertad volvió a matar a otra mujer: a la abogada que le defendió en el juicio y que consiguió que recuperara la libertad. Era la zaragozana Rebeca Santamalia. Estaba "obsesionada" con ella. Un asesino nato cuyo perfil criminal, según los especialistas del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses de Aragón (IMLCFA), responde al de una persona manipuladora, centrada en sí mismo, demostrativa, extrovertida, con poca tolerancia a la presión social y ambiental, así como un marcado carácter simplista, primitivo y agresivo. A sus 34 años tenía capacidad suficiente de autocontrol con sus problemas. Relevante fue la declaración que Salvador hizo ante el jurado popular que le declaró culpable: "Estoy dispuesto a ser castigado por el resultado de mis acciones, pero no es cierto que yo hubiera planeado matarla. Hoy soy un asesino, pero antes fui un padre que quería a mis hijos y mi familia". Acabó condenado a 18 años de prisión. Su primer crimen tuvo lugar el 23 de mayo, poco antes de las 21.00 horas en un campo de labranza a un kilómetro y medio del casco urbano, en el camino de Samper y junto a una acequia. Hasta allí llegó con la víctima en el interior de su furgoneta Citröen C-12 y la mató de once disparos a bocajarro. Fue en un lugar próximo al paraje en el que el matrimonio estaba construyéndose un chalet. Una cuestión de celos Media hora antes había ido a buscar a Patricia al bar donde estaba con el resto de la candidatura popular. No llegó a entrar. La llamó con el claxon y ella salió. A sus compañeros les dijo que volvía enseguida, pero ya no regresó. Ante su tardanza, intentaron localizarla por el teléfono móvil, pero no contestaba. No pensaron el trágico final, pues nunca les había comentado que tuviera problemas familiares. Una vez cometido el crimen, el asesino llamó a las 21:00 horas a su hermana para decirle lo que había hecho y anunciarle que se iba a entregar. Por otro lado, la madre de Patricia denunció telefónicamente a la Guardia Civil que su hija había recibido amenazas de muerte de su marido. Aún no sabía que la amenaza ya se había cumplido dos horas antes y que su hija de 29 años estaba muerta. Entre tanto, Salvador se cambió de coche. Cogió otro de su propiedad, un BMW, con el que se dirigió a Teruel para entregarse. Se detuvo antes en el parador La Panolla, cerca de Alcañiz, desde donde llamó a un amigo para que le llevara a la capital bajoaragonesa porque no se encontraba bien. No le dijo que había acabado con la vida de su mujer, sino todo lo contrario, que iba a buscarla a Teruel. Cuando llegó a la ciudad, Salvador sufrió una caída y acabó ingresado en el hospital Obispo Polanco, donde explicó que iba a entregarse en la prisión provincial porque había matado a su mujer. Los sanitarios alertaron de ello a la Policía Nacional y fue detenido sin salir del centro hospitalario. El informe de los investigadores determinó que el acusado cargó la carabina utilizada, del calibre 22 y cargada con 12 proyectiles. Se quedó a uno de vaciar el cargador en un asesinato en el que Patricia habría luchado por su vida. "Hoy soy un asesino, pero antes fui un padre que quería a mis hijos y a mi familia" En la reconstrucción del crimen y durante el juicio, Salvador aseguró que cometió el crimen machista por los celos que tenía a su mujer. "Se encerraba en su cuarto para chatear con otros hombres y no le dejaba utilizar el ordenador para hacer dibujos a mi hijo de 9 años", aseguró en la vista oral en la que también aseguró que la mujer hablaba "por el móvil con otros hombres y mandaba a nuestros tres hijos a la calle para que no le escucharan". Era su línea de defensa, la de que no pudo controlar sus impulsos por las infidelidades. Así lo argumentó en instrucción su abogado José Antonio Ruiz Galbe y en la sala de vistas la letrada Rebeca Santamalia. De hecho, llegaron a aportar el testimonio de un vecino de Valencia que afirmó tener conversaciones subidas de tono con la víctima y que el jurado popular llegó a valorar como un hecho probado. No obstante, descartaron que el asesinato respondiera a un arrebato. De ahí la condena de 18 años de cárcel. #documental #crimen #españa