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A veces, la vida nos roba la alegría sin que nos demos cuenta, dejando un vacío difícil de llenar. El budismo nos recuerda que la verdadera felicidad no depende de lo externo, sino de nuestra conexión con el presente y de la paz que cultivamos dentro. En este vídeo, descubrirás once enseñanzas budistas que te ayudarán a recuperar tu alegría. Son prácticas simples y profundas que, aplicadas día a día, pueden transformar tu estado de ánimo y tu forma de ver la vida. No olvides darle me gusta si disfrutas del contenido, y suscríbete para más vídeos como este. ¡Empecemos! Enseñanza 1: La alegría nace de la presencia. La alegría que nace de la presencia no depende de lo que tienes ni de lo que falta, sino de tu capacidad para estar plenamente aquí y ahora. Cuando la mente deja de vagar entre recuerdos y preocupaciones, se abre un espacio silencioso donde la paz y la alegría pueden florecer sin esfuerzo. En ese estado, no buscas razones para sentirte bien: simplemente lo estás, porque habitas el momento con todos tus sentidos despiertos. Vivir sin distracciones significa elegir conscientemente dónde colocas tu atención. Muchas veces, el ruido externo y los pensamientos constantes nos arrastran lejos del presente. Sin embargo, cuando decides enfocarte en lo que está frente a ti —la respiración, una conversación, el sonido del viento—, empiezas a descubrir la riqueza que antes pasaba desapercibida. Esta simple práctica puede transformar la calidad de tu día. En el budismo, la presencia se considera un camino directo hacia la liberación del sufrimiento. La mente inquieta, que corre entre el pasado y el futuro, crea tensión y ansiedad. Pero al anclarte en el presente, la presión desaparece y surge una calma que no depende de circunstancias externas. La alegría, entonces, deja de ser algo que perseguir y se convierte en un estado natural. La resistencia al momento presente suele aparecer cuando no nos gusta lo que está ocurriendo. Queremos que las cosas sean diferentes y nos aferramos a la idea de “cómo deberían ser”. Pero esa lucha interna nos roba energía y oscurece la claridad de la mente. Aceptar lo que es no significa rendirse, sino abrir la puerta a respuestas más sabias y serenas. Estar presentes no requiere condiciones especiales. Puedes practicarlo mientras caminas, cocinas o hablas con alguien. Lo esencial es que tu atención esté ahí, sin querer estar en otro lugar ni haciendo otra cosa. Con el tiempo, esta forma de vivir se vuelve más fácil, y la conexión con el momento deja de ser un esfuerzo para convertirse en un hábito. Cuando estás plenamente presente, tu percepción se afina. Colores, sonidos, texturas y sensaciones adquieren una intensidad nueva. Incluso lo más cotidiano se llena de vida. Esta conciencia profunda no solo trae alegría, sino también gratitud por cada instante, por pequeño que parezca. La presencia también te protege del agotamiento emocional. En lugar de cargar con el peso de todo lo que pasó o de todo lo que podría pasar, aprendes a manejar solo lo que está frente a ti. Esto reduce la tensión y te permite responder a la vida con más calma y equilibrio. Las relaciones también se transforman cuando vives con atención plena. Escuchar de verdad, sin prisas ni distracciones, crea un vínculo más auténtico. Quien recibe tu presencia siente que realmente importa, y eso fortalece la confianza y la conexión entre ambos. Con la práctica, descubres que la alegría de la presencia es más estable que cualquier placer fugaz. No se trata de una emoción pasajera, sino de una sensación de paz que permanece incluso cuando las circunstancias externas cambian. Es como un río tranquilo que fluye debajo de todo lo que haces. Para cultivar esta alegría, basta con detenerse varias veces al día y preguntarse: “¿Dónde está mi mente ahora?”. Cada vez que la traes de vuelta al presente, fortaleces el músculo de la atención. No importa cuántas veces se disperse: lo importante es regresar, una y otra vez. La alegría que surge de la presencia no necesita adornos ni grandes logros. Nace del simple hecho de estar vivo, respirando y consciente. Cuando comprendes esto, empiezas a ver la vida como un regalo constante. Al final, vivir el momento presente es descubrir que la felicidad no está escondida en el pasado ni esperando en el futuro. Está aquí, en este instante, y siempre lo ha estado. Solo hay que detenerse, abrir los ojos y permitir que se manifieste. Me gusta y comparte. #budismo #filosofiabudista #enseñanzasbudistas