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Después de 11 años de lucha por la Independencia y derrocado el breve imperio de Iturbide, la Constitución de 1824 estableció la primera República federal del México independiente; sin embargo, el federalismo no pudo cristalizar en un país destrozado por la guerra y con graves problemas económicos y sociales. Una variedad de tendencias que incluía federalistas, centralistas, republicanos y monarquistas se perfiló a mediados del siglo XIX en dos corrientes políticas que empezaron a disputarse el poder. A una pertenecían los conservadores y a otra los liberales. Se piensa que casi todos los conservadores eran criollos nacidos y criados en el seno de familias adineradas, mientras que los liberales provenían de cunas mestizas y estudiaron en institutos científicos y literarios de ciudades como Oaxaca, Guadalajara, Morelia y San Luis Potosí; pero esto no es del todo cierto, muchos liberales provinieron de familias adineradas, como Melchor Ocampo, en tanto que también hubo conservadores de cuna humilde, como Tomás Mejía. Liberales y conservadores vivieron y coexistieron en una época marcada por la inestabilidad, los levantamientos militares, la guerra contra EE. UU., la pérdida de la mitad del territorio y la lucha por establecer una definición de lo que sería el Estado mexicano. Unos y otros querían otorgarle identidad a México, darle certeza como nación independiente y formar al país en el sentido más amplio de la palabra. Comprometidos y fundamentalmente honestos, eran hombres de acción y de pensamiento a la vez. Entre ellos había médicos, políticos, escritores y abogados. Lo mismo realizaban una sosegada labor detrás de un escritorio que, sin ser militares de carrera, salían al campo de batalla. Muchos fueron capaces de batirse a muerte por defender sus ideas. Subyugados por sentimientos afines, como la lealtad a la Patria, entre liberales y conservadores había coincidencias, pero sus programas de acción eran diametralmente opuestos. Por ello, el proceso de edificar a la nueva nación fue complejo y difícil. En general, los conservadores tenían el apoyo de la iglesia católica, la burocracia urbana y las familias acomodadas. Clérigos y militares formaban parte de ese grupo, y el historiador y político Lucas Alamán fue su mentor ideológico. Los conservadores se proponían rescatar a México del caos en el que vivía. Los unía la idea de que el pasado colonial sería una fuente de inspiración para planear el futuro y el respeto a los valores religiosos como base de la sociedad. También deseaban mantener los privilegios de la Iglesia y del ejército. Los liberales querían instaurar un nuevo orden que permitiera construir una nación independiente y republicana. Para construir una sociedad más justa, deseaban establecer libertades de trabajo, comercio, educación, tolerancia de cultos y una democracia representativa. Tenían el propósito de eliminar el fanatismo religioso, instituir la educación laica y promover el desarrollo económico. Los conservadores no estaban en contra del progreso, pero muchos de ellos defendían el sistema monárquico y mostraban desacuerdo con el republicano. Su programa político estaba en contra del sufragio popular y de la igualdad jurídica de los individuos. Los liberales defendían la república y querían instituciones similares a las de EE. UU., que le auguraban un futuro venturoso a eses país. El programa liberal quería evitar la participación de la Iglesia en los asuntos del Estado, emitir leyes que nacionalizaran sus bienes y decretar la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. Los conservadores evocaban las instituciones políticas de las monarquías europeas y simpatizaban con la idea de establecer un imperio hereditario. Buscaban el apoyo de Europa porque veían en EE. UU. una amenaza para la independencia y la identidad de México. En 1853, los conservadores llevaron a Santa Anna al poder, pero su gobierno se convirtió en una dictadura insoportable. Con la muerte de Lucas Alamán, el gobierno conservador perdió a su principal consejero, y Santa Anna estableció prohibiciones e impuestos que resultaron impopulares y muy criticados. El malestar social dispuso así el fortalecimiento de los grupos liberales. Merced a las acciones de los republicanos adheridos al Plan de Ayutla, Santa Anna fue derrocado en agosto de 1855. Poco después, se definió el camino que en adelante seguiría la generación de la Reforma. Juan Álvarez asumió la presidencia interina de México e integró su gabinete con destacados liberales, como Benito Juárez, Melchor Ocampo, Miguel Lerdo de Tejada, Ponciano Arriaga y Guillermo Prieto. Con espíritu reformador y visión de futuro, se expidieron leyes que empezaron a perfilar a México como una nación moderna. Tras el breve gobierno de Álvarez, el Gral. Ignacio Comonfort asumió la presidencia y convocó a un nuevo Congreso Constituyente.