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Por qué los Rolling Stones no asistieron al funeral de Charlie Watts El misterio del adiós a Charlie Watts El 24 de agosto de 2021, el mundo del rock se detuvo. Un golpe sordo, un silencio repentino. Charlie Watts, el inmutable y elegante corazón rítmico de The Rolling Stones, nos había dejado. Pero en medio del luto, un detalle chocante y enigmático sacudió a los fans hasta la médula: la ausencia de sus compañeros de banda en su funeral. Mick Jagger, Keith Richards y Ronnie Wood, los hombres con los que había compartido más de 60 años de vida, música y turbulencia, simplemente no estaban allí. La noticia de la muerte de Watts fue un puñetazo en el estómago para la comunidad rockera. Había sido el ancla, el contrapunto sereno a la vorágine de Jagger y Richards. La noticia de su fallecimiento a los 80 años en el Royal Brompton Hospital de Londres, a menos de tres semanas de anunciar que no participaría en la gira "No Filter" por un procedimiento médico, se sintió como un eco del destino. Pero el verdadero tsunami de conmoción llegó con el funeral. Una ceremonia privada en Devon, donde la familia de Watts le dio el último adiós, y donde los asientos de sus compañeros de banda quedaron vacíos. Los rumores estallaron con la fuerza de un relámpago. ¿Hubo un enfrentamiento? ¿Una ruptura que solo la muerte pudo silenciar? Los chismes corrieron como pólvora: Charlie había tenido una disputa tan acalorada con sus compañeros que su familia les había pedido explícitamente que no asistieran. Las sospechas se intensificaron cuando los "insiders" de la industria susurraron sobre secretos tan profundos y poderosos que si salían a la luz, podrían derrumbar el monumento de The Rolling Stones. ¿Qué verdad se escondía detrás de este enigmático vacío? La respuesta, más que un simple secreto, revelaba una historia de dolor, redención y una inquebrantable, y a la vez aterradora, lealtad al rock and roll. Para la mayoría, Charlie Watts era el polo opuesto al cliché del rockstar. Mientras Jagger y Richards navegaban en un mar de excesos, él era el caballero tranquilo, el hombre sereno que mantenía a la banda con los pies en la tierra. Pero en la mitad de la década de 1980, este pilar de estabilidad se tambaleó. En un giro del destino que nadie vio venir, Watts cayó en un abismo de adicciones. "Así es como lidié con mis problemas. Creo que fue una crisis de la mediana edad," confesó años después, una declaración que dejó a todos estupefactos. El hombre que se había mantenido al margen de todo escándalo, de pronto, se vio sumido en un espiral de alcohol y heroína. A principios de 1983, su consumo se volvió alarmante. La verdad, sin embargo, era mucho más cruda de lo que cualquier tabloide podría haber imaginado. Watts no buscaba la euforia; buscaba un escape del dolor insoportable provocado por una tormenta familiar. Su esposa, Shirley, su compañera desde los inicios de la banda, aguantó a su lado, en silencio, hasta el final. Fue solo cuando estuvo al borde del abismo, a punto de perder su carrera, su vida y su matrimonio, que Watts vio la luz. La fuerza de su voluntad lo impulsó a una asombrosa recuperación. A finales de los 80, no solo había dejado las drogas y el alcohol, sino que incluso había abandonado el cigarrillo. Había escapado de la oscuridad. Pero el destino tenía preparado un último y cruel desafío.