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La Virgen de los Remedios fue la primera imagen religiosa venerada en la Nueva España, desde el momento de la Conquista de México-Tenochtitlan. Por ello sería invocada como “patrona de las lluvias y temporales, defensora de los españoles, abogada de los indios, y conquistadora de México”. Dicha imagen de la Virgen María llegó a estas tierras en 1519, como un objeto de devoción de uno de los soldados de Hernán Cortés llamado Juan Rodríguez Villafuerte, quien la trajo de España, probablemente de Alcántara, en Extremadura, o de Tolosa, en Vasconia, donde se le rendía culto desde el siglo 8. Como protectora de la empresa de conquista, la imagen presidió la primera misa que celebró el padre Bartolomé de Olmedo en la Villa Rica de la Vera Cruz. Una vez entradas las tropas de Cortés a la gran Tenochtitlan, el conquistador ordenó a Villafuerte colocar la cruz y la virgen en el Templo Mayor, donde en sustitución de los dioses mexicas fue venerada por los soldados españoles ante el asombro de los indígenas, según refiere Bernal Díaz del Castillo. Aunque existe otra versión que señala que fue otra imagen llamada “la Conquistadora” (venerada durante el Virreinato en la catedral de Puebla), la que se colocó por primera vez en el Templo Mayor; esta representación mariana fue regalada después por Cortés a los tlaxcaltecas por la ayuda que le prestaron en contra del imperio azteca. La noche del 30 de junio de 1520, durante el combate de la Noche Triste, en el que las tropas hispanas sufrieron graves pérdidas a manos de los mexicas y tuvieron que huir en desbandada por la calzada de Tlacopan, el capitán Villafuerte, temeroso de que la santa imagen fuera profanada, la rescató del Templo Mayor y la ocultó debajo de un maguey en lo alto del “cué” o adoratorio del cerro de Otomcapulco (donde hoy se ubica el santuario de los Remedios, en el municipio de Naucalpan, Estado de México), un barrio de otomíes donde los españoles sobrevivientes se habían refugiado. Allí permaneció la imagen hasta 1540, cuando Ce Cuatli, bautizado ya como Juan Tovar o Juan del Águila, cacique indígena del pueblo de San Juan Totoltepec (ubicado hoy a un costado del santuario, también en Naucalpan), obedeciendo a señales divinas –según la tradición religiosa– encontró debajo de un maguey a la pequeña virgen con su niño en brazos, por lo que le construyó una ermita cerca de su casa para rendirle culto. Otra versión refiere que Juan Tovar, “el vidente de los Remedios”, infectado por la peste, fue a suplicar a la Virgen del Tepeyac (aparecida al indio Juan Diego en 1531) su curación, y ella, queriendo manifestarle que sus dos advocaciones, la de los Remedios y Guadalupe, eran la misma madre de Dios, le contestó sonriente: “Levántate, ya estás curado, vuelve tu casa, pero te ordeno que en la cumbre de este cerro, donde están los magueyes y viste mi imagen, erijas el templo en que he de estar”. En este sentido, el padre poblano Francisco Miranda (1816-1864) señala que la historia de la Virgen de los Remedios es una historia mítica, según la cual la santa imagen fue “hermanada con la historia de la Virgen de Guadalupe” desde sus orígenes.