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A sus 60 años, Leo Díaz Rompió el silencio dejando al mundo CONMOCIONADO Hoy nos vamos a meter donde arde el fuego… porque llegó el momento de ponerle rostro y verdad al chisme más sabroso del merengue. ¿Leo Díaz y Eddy Herrera? ¿Qué hubo realmente ahí? ¿Una simple amistad, o algo que nunca se atrevió a decir frente a un micrófono? Agarra bien los audífonos, porque esto puede incomodar a más de uno. Y antes de seguir, ya tú sabes, suscríbete, activa la campanita, y déjanos ese like bien puesto, que lo nuestro siempre viene con candela y cariño. Leo Díaz, el venezolano que conquistó escenarios desde Caracas hasta Santo Domingo, no solo brilló con Wilfrido Vargas… también vivió una historia que pocos se atreven a contar. Porque detrás del talento, había una tormenta interna, y un sentimiento que lo persiguió por años. Dicen las malas lenguas, y también las buenas, que Leo comenzó su carrera imitando a Juan Gabriel con mariachi, pasión y toda la entrega del mundo. Pero lo que no muchos sabían es que su sensibilidad iba más allá del escenario. Lo cierto es que a Leo el merengue lo atrapó casi por accidente. Fue Wilfrido Vargas quien lo reclutó sin saber que estaba incorporando a su equipo a un hombre que venía cargando algo mucho más pesado que una maleta. Lo puso a cantar “Volveré” sin anestesia, sin ensayos, y con el fantasma de Rubby Pérez rondando. Pero aquí no se acaba el cuento. En plena gira, entre viajes, camerinos y escenarios compartidos, Leo desarrolló un cariño profundo —que luego se convirtió en confusión— hacia uno de sus compañeros más cercanos: Eddy Herrera. Y aunque en ese momento no lo dijo abiertamente, años después confesó que sentía algo que no era solo admiración artística. "Yo mismo no lo entendía", dijo en una entrevista íntima años después. "Era una mezcla de respeto, cariño y algo más que me daba miedo aceptar.” ¿Fue amor? ¿Fue un sentimiento reprimido por el peso del qué dirán? Eso solo él lo sabe. Lo que sí sabemos es que el corazón no sigue reglas, y Leo Díaz vivió con ese silencio durante buena parte de su carrera. Así que sí, mi gente, hoy no solo hablamos de música, sino también de verdades que pesan. Porque a veces, el escenario más difícil no es el de luces y aplausos… sino el de los propios sentimientos. Pero ya ustedes saben cómo es Wilfrido… cuando pone el ojo, no hay escapatoria. A Leo Díaz se lo llevó directo a República Dominicana. Y como si no fuera suficiente presión llegar a un país nuevo, ¡pum! Lo tiran al ruedo a competir con nada más y nada menos que Rubby Pérez. Sí, ese mismo. El hombre de la voz celestial. La gente, que siempre anda buscando leña pa’l fuego, empezó con el runrún: que si Leo quería quitarle el lugar, que si se creía mejor, que si había pique. Pero la verdad es otra, mi gente. Leo nunca tuvo problemas con Rubby. Nunca. Ni celos, ni envidia, ni roces. “El enfrentamiento existía, pero solo en la cabeza de los demás,” llegó a decir Leo. “Yo no estaba suplantando a Rubby, simplemente estaba haciendo lo mío.” Pero claro, tú sabes cómo es el bochinche, corre más rápido que la luz y a veces ni se detiene a preguntar si es verdad. Ahora, entre nosotros, lo que sí fue real es el respeto mutuo.