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HACE 5 MINUTOS: El rey Carlos CEDE EL TRONO EN SECRETO a Guillermo durante la noche Rara vez el mundo recibe noticias tan directas sobre la salud del Rey, pero lo que acaba de suceder tras los muros del palacio ha dejado a los observadores de la realeza conteniendo el aliento. Esta no es una simple actualización médica; es el comienzo de una tormenta. Todo comenzó unas horas antes, tras una recepción diplomática que duró tres horas interminables. Cuando las pesadas puertas de roble de la Sala 1844 se cerraron, separando al monarca de la delegación de la Commonwealth, la sonrisa diplomática que el Rey Carlos III había mantenido con tanto esfuerzo se desvaneció al instante, como si alguien hubiera apagado una vela. El Rey tropezó. Su mano derecha, temblorosa, se aferró al borde de una mesa antigua para no caer. Una ola violenta de mareo lo golpeó como un tsunami invisible, borrando de golpe toda conciencia de su entorno. Su respiración era ronca, pesada, y su corazón latía de forma errática, como si quisiera romper su pecho envejecido. El Profesor Evans, jefe del equipo médico real, que esperaba en las sombras, no mostró pánico, solo una frialdad profesional aterradora. Tras quince minutos de silencio sepulcral, revisando signos vitales y los últimos resultados de la resonancia magnética, se quitó las gafas con gravedad. "Majestad," dijo Evans, con voz baja pero clara. "No podemos retrasar esto más. Las señales de agotamiento vascular están en alerta roja. Si continúa a este ritmo, un derrame cerebral masivo no es un riesgo... es una inevitabilidad." Carlos se hundió en su sillón, con los ojos cansados fijos en la ventana empañada por la niebla de Londres. Sabía que su cuerpo le estaba fallando. Olvidaba detalles, las decisiones simples pesaban como montañas. "La Ley de Regencia es una trampa, Evans," susurró el Rey con amargura. "Solo me permite ceder el poder si estoy en coma o totalmente incapacitado. Pero no estoy muerto. Solo... estoy vacío." Ante el temor de que la monarquía colapsara junto con su salud, Carlos tomó una decisión histórica. A las 10:00 p.m., convocó una reunión de alto secreto en sus aposentos privados. Solo dos personas de absoluta confianza estaban presentes: el Príncipe William y la Princesa Anne.