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P. Fidel Oñoro cjm (30. 09. 2020) El evangelio de hoy pone como tema: qué significa convertirse en discípulo del Señor? Cómo vivir el seguimiento? Previamente Lucas nos ha contado que Jesús tomó la firme determinación de ir a Jerusalén, de emprender un viaje en obediencia a la voluntad divina (9,51). Estos dos elementos se juntan: el cumplimiento de un proyecto de Dios y la firme determinación de parte de Jesús; esto último se nos cuenta con una imagen: la de un rostro endurecido. Que es necesario tener piel dura, nos lo dice el episodio del rechazo por parte de los samaritanos. En el camino hay obstáculos que alteran el ánimo de los discípulos. Y es aquí donde entra el pasaje de hoy: Lo que se requiere para seguir a Jesús, de cara a las exigencias del Reino (9,57-62). Tenemos tres pequeñas historias vocacionales. En cada una de ellas sobresale un dicho de Jesús sobre el seguimiento: cuáles son las condiciones para seguirlo en su ministerio itinerante. Curiosamente no sabemos cuál fue la determinación que tomó cada uno de estos tres candidatos al discipulado. Como quien dice: la decisión está en tus manos. Vamos a repasar estas tres historias. Jesús no quiere discípulos que hagan de la fe una pequeña guarida, un nido, un refugio seguro. Tampoco quiere discípulos ligados a tradiciones familiares asfixiantes y mortíferas que les impidan captar la novedad del Reino. Ni mucho menos quiere discípulos que se la pasen el tiempo lamentando el pasado, quejándose del presente (¡incluso eclesial!), volviendo atrás mientras aran el terreno. Jesús quiere discípulos dinámicos, que miren hacia adelante, que entretejan lazos entre ellos basados en la nueva lógica de la familiaridad en Dios, que dediquen su vida al anuncio. Preguntémonos si estamos dispuestos a convertirnos en discípulos así, si estamos dispuestos a cambiar radicalmente nuestra forma de imaginar el cristianismo.