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Carlos Fuentes ocupa un lugar de gran privilegio en la literatura de México y de América Latina toda. “La región más transparente”, “Las buenas conciencias” y “La muerte de Artemio Cruz” son algunas de sus obras más conocidas. Pero además de su estatura literaria inmensa por cierto fue un gran agitador cultural y un creador de mundos. Fue también y de eso se trata esta carta uno de los pilares del llamado boom latinoamericano, junto a Gabriel García Márquez, Julio Cortázar y Mario Vargas Llosa. Justamente, esta carta va dirigida al peruano, luego de la publicación de su novela “La ciudad y los perros”. Le dice que siente envidia de la buena por la creación de una obra maestra, pero también da una mirada lúcida sobre el rol de la literatura latinoamericana, sobre la historia, los contextos y la realidad cotidiana de esa época (mediados de la década del 60). Se publicó en el libro “Las cartas del Boom”, que editó Alfaguara. Acá Fuentes elogiando a Vargas Llosa. Acá una carta de ese fenómeno llamado boom latinoamericano. Lee el locutor, escritor e ilustrador mexicano Max Thomsen. *** México, 29 de febrero de 1964 Querido Mario: Acabo de terminar “La ciudad y los perros” y me cuesta trabajo escribirte y saber por dónde empezar. Siento envidia, de la buena, ante una obra maestra que, de un golpe, lleva la novela latinoamericana a un nuevo nivel y resuelve más de un problema tradicional de nuestra narrativa. Hablaba con Cohen en Londres y coincidíamos en que el futuro de la novela está en América Latina, donde todo está por decirse, por nombrarse, y donde, por fortuna, la literatura surge de una necesidad y no de un arreglo comercial o de una imposición política, como tan a menudo sucede en otras partes. Ahora, al leer una detrás de la otra “El siglo de las luces”, “Rayuela”, “El coronel no tiene quien le escriba” y “La ciudad y los perros”, me siento confirmado en este optimismo: creo que no hubo el año pasado otra comunidad cultural que produjera cuatro novelas de ese rango. El penoso ascenso narrativo a través de las novelas impersonales o documentales, de la selva y el río, la revolución y la moraleja ilustrada nos permitió llegar a un Carpentier, que convierte esa materia documental en mito, y a través del mito lo americano es lo universal. Pero la plena personalización de la novela latinoamericana (en un doble sentido: personajes vivos vistos desde el punto de vista personal de un escritor) solo se alcanza, creo, en “La ciudad y los perros”. ¿Para qué te voy a decir todo lo que me ha impresionado en tu maravillosa obra? El misterio auténtico, secreto, de la obra; la increíble encarnación de todos los problemas planteados en la actualidad de los personajes, de manera que el relieve moral de la obra corre paralelo a y es inseparable de la trama novelesca: has matado, para siempre, la terrible disposición nuestra a la acotación, la moraleja, el sermón: no hay nada en tu obra que no se desprenda tácitamente de la propia acción, y lo que se desprende ¡es tanto!¿Qué no podría encontrarse en la tragedia que personifican Alberto y el Jaguar, Teresa y el Boa, el flaco Higueras y Gamboa? La primera gran creación literaria de una ciudad, Lima, y sus gentes; la mejor novela latinoamericana sobre la adolescencia, pero también una gran novela universal sobre el mito doloroso de la promesa, la juventud, la edad de oro mentirosa y espléndida en la que tantas cosas son anuncio nunca cumplido, plenitud de actos que la convivencia no admite después, pesadilla que por milagro se sobrevive. La adolescencia que no se puede conservar, la madurez que no vale la pena conservar: ese contraste soberbio que ofrece Gamboa; la pulverización de los resortes internos de todas nuestras castas militares, sí, pero la revelación de todos los hilos de los códigos de autoridad que el hombre ha creado para enmascarar su vida, para no ser; las edades de la imaginación, la re-invención de la realidad en los sueños y los actos de tus seres… Son tantas cosas. Y dije: tragedia. Lo he sospechado, he encontrado el otro polo, la novela cómica, en la espléndida “Rayuela” de Julio. Ahora tú demuestras algo que yo intuía solo en teoría: se puede rescatar el tema trágico en nuestro tiempo. Algunos críticos, como Steiner, piensan que la línea del pensamiento judaico-progresivo, de Jehová a Freud pasando por Marx, ha secado la fuente de la tragedia en aras de las necesidades de la justicia. El encuentro con el destino, en Tebas o en Gaza, ciega y destruye. (...) Por todo ello, querido Mario, gracias.Hablé de tu libro durante media hora en un programa de TV, y se agotó en el curso de una semana. Te abraza con enorme admiración tu amigo, Carlos Fuentes