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LA CRISIS MORAL DEL CLERO La ruptura interior de la vida sacerdotal es la causa de la crisis moral del sacerdote. Tal ruptura se da cuando su práctica ascética deja de brotar del misterio de Cristo, como de su fuente; en definitiva, cuando la vida ascética deja de tomar protagonismo en la vida de santidad sacerdotal. Llamamos ascesis a la vida de castidad, de obediencia, de pobreza, de oración y de vigilancia de los sentidos. Esta ascesis será fructuosa si nace de la configuración con Cristo, si participa de la obediencia filial del Señor, si es una respuesta a la gracia y se orienta al más sublime amor en la identificación con Cristo, Sumo y eterno Sacerdote. Pero cuando no se dan en el sacerdote las anteriores exigencias, la ruptura interior se produce y comienza la crisis sacerdotal. Lo humano, lo banal, lo desacralizado, lo vulgar atenazan al sacerdote. Sus sentidos quedan desguarnecidos, desprotegidos, a merced de la impiedad del maligno. El sacerdote, frágil y debilitado en su voluntad, es presa fácil del enemigo de su alma, y una gran desgracia acontece en el Cuerpo Místico de Cristo. Cuando no es Cristo quien vive en el sacerdote, sino él mismo, se produce una gran deformación en la vida sacerdotal: la castidad se vuelve una negación del deseo o una pesada e insufrible carga, y no una transfiguración; la obediencia ya no es un acto filial, sino una sumisión exterior, penosa y desvalorizada; y la pobreza queda olvidada, cuando no se transforma en resentimiento. Aunque aparentemente el sacerdote cumpla, ya no vive desde la configuración con el Señor, ya no vive desde la obediencia filial al ejemplo de Cristo. El Señor vivió humanamente la obediencia, la castidad y la entrega, para que el hombre, imitándole, pudiera vivirlas en Él y con Él; y el sacerdote, aún más, con mayor exigencia. Cuando se olvida esta exigencia, la vida de ascesis empieza a desaparecer: ya no es participación, sino carga; ya no es camino de libertad, sino de atadura. Se produce entonces la escisión interior y el campo fértil para la crisis moral del sacerdote. Y de la ruptura interior se pasa a la incoherencia moral. Así aparecen las dobles vidas, las caídas, la frustración, la melancolía, el más espantoso desánimo. La vida del sacerdote ya no está sostenida por la gracia, por la configuración con Cristo, por una vida íntegra, por una ascesis de vida y santidad. Vive la crisis de su configuración en Cristo. El sacerdote está ontológicamente configurado con Cristo. No es un animador, ni un gestor pastoral, ni uno más. El sacerdote es un hombre tomado por Cristo para prolongar su santo Sacrificio del Calvario en el altar. El sacerdote debe vivir permanentemente desde el altar. Ha de ser lo que él mismo celebra cada día. Su misa ha de ser su centro absoluto, su fuente de identidad, su lugar de oblación; su escuela de castidad, obediencia y pobreza. Su misa es el lugar donde ha de aprender, con Cristo, a hacer realidad sus palabras: «Esto es mi cuerpo». Desde el altar ha de brotar una vida ascética seria y estable. Sin ascesis no hay castidad; sin disciplina no hay libertad; sin silencio no hay oración. La custodia de los sentidos, el examen de conciencia diario, la penitencia concreta, los horarios estables y la sobriedad de vida marcan los eslabones del camino de la santidad sacerdotal. Y del altar mana el tercer aspecto de la vida sacerdotal: la vida de oración. El rezo fiel y completo del breviario y la oración mental, tan olvidada y tan absolutamente fundamental en la vida del sacerdote. Por último, la dirección espiritual es necesaria para el sacerdote, así como tener muy presente el ejemplo de santos sacerdotes. Así podrá el sacerdote vivir gozosamente su castidad y su plena entrega sacerdotal: un celibato vivido como realidad cristológica, participando de la forma de vida de Cristo, casto y entregado al Padre. La crisis del sacerdote no se resuelve configurando su vida al gusto del mundo, intentando agradar al mundo, abriéndose al mundo, viviendo según el mundo, adaptando el ideal sacerdotal a las conveniencias de tiempo y lugar. No. La crisis del sacerdote se resolverá volviendo a las fuentes sobrenaturales del sacerdocio que la tradición nos ha legado, enseñado y custodiado como enseñanza verdadera, invariable e irreformable.