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La Palabra de Dios es clara: "No practiques la adivinación o la magia... No acudas a los que invocan a los muertos, ni consultes adivinos, pues se harán impuros. Yo soy el Señor, tu Dios" (Lev 19, 26.31). "Si alguno acude a nigromantes y recurre a los adivinos prostituyéndose con ellos, yo me volveré contra él y lo extirparé del pueblo. Santifíquense y sean santos, porque yo soy el Señor, su Dios" (Lev 20,6) Entre las normas que confió Dios al pueblo de Israel al llegar a la tierra prometida, se incluía la de que no hubiera entre ellos “ni vaticinadores, ni astrólogos, ni agoreros, ni hechiceros, ni encantadores, ni espiritistas, ni adivinos, ni nigromantes” (Dt 18, 9-11). ¿Por qué? “Porque el que practica eso es abominable para el Señor” (Dt 18, 12). Otros pueblos vecinos de Israel “escuchan a astrólogos y vaticinadores; pero a ti no te lo permite el Señor, tu Dios” (Dt 18, 14). Es una exigencia del propio monoteísmo, de la creencia en un solo Dios y de la Alianza establecida entre Él y los hombres: el único Señor es Dios. Y la búsqueda de todo otro sucedaneo espiritual es idolatría e infidelidad. Cuando rezamos a Dios por nuestros difuntos pedimos para que aquellos, que de entre ellos, aún están purgando sus pecados en el purgatorio sean liberados y participen de la visión beatífica. Se convierten en intercesores nuestros cuando ya están con Dios, como los santos, y les pedimos que oren a Dios con nosotros y por nosotros. Esto es invocación de los difuntos, pero no evocación, que sería lo que se hace en el espiritismo: pedirles que se hagan presentes y entren en contacto con nosotros Los difuntos sólo se nos pueden manifestar por iniciativa libre de Dios, directamente y nunca mediante técnicas o medios como las sesiones de espiritismo. Si por el contrario, somos nosotros quienes queremos provocar un encuentro con los difuntos mediante «evocación» con las técnicas espiritistas, ya desde el Antiguo Testamento Dios ha hablado claro al respecto manifestando que El abomina a los evocadores de espíritus. Desde siempre se han sucedido las condenas de la Iglesia a la evocación de los muertos. Y esas condenas tienen su fundamento en las condenas de la Sagrada Escritura. El espiritismo constituye un pecado grave contra el primer mandamiento ("amarás a Dios sobre todas las cosas") El Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2116, recuerda a los creyentes que “todas las formas de adivinación deben rechazarse”, y entre ellas indica “la evocación de los muertos y “el recurso a médiums”. El n. 2117 sentencia: “el espiritismo implica con frecuencia prácticas adivinatorias o mágicas. Por eso la Iglesia advierte a los fieles que se guarden de él” Como enseña el Catecismo, estos actos que siempre son pecados graves contra el primer mandamiento “encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos. Están en contradicción con el honor y el respeto, mezclados de temor amoroso, que debemos solamente a Dios”.