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La tinta negra de la firma en los papeles de divorcio todavía no se había secado y mi vida, tal como la conocía, ya era un montón de escombros. Seis años de matrimonio, de sueños compartidos y de una confianza ciega, demolidos en una estéril sala de conferencias por un hombre cuyo rostro apenas mostraba una pizca de satisfacción. Mientras Stephen se ajustaba la corbata como si acabara de cerrar un negocio más, yo sentía un vacío que amenazaba con devorarme por completo. Esa noche, en el apartamento que ahora se sentía extrañamente grande y silencioso, me enfrenté a los fantasmas de nuestra vida juntos. Cada fotografía, cada recuerdo, era una daga en mi corazón. En un arrebato de dolor y rabia, lo destruí todo, buscando una catarsis que no llegaba, un alivio que parecía inalcanzable. En medio de los cristales rotos y los recuerdos hechos pedazos, tomé una decisión. No podía seguir hundiéndome en la autocompasión. Necesitaba hacer algo, cualquier cosa, que me sacara de esas cuatro paredes y me obligara a concentrarme en algo más que no fuera mi corazón roto. Fue así como terminé inscribiéndome en una clase de primeros auxilios en el centro cívico local. Parecía algo práctico, impersonal, un lugar donde podría ser anónima y simplemente aprender una habilidad. No buscaba amigos, ni conversaciones, ni mucho menos una conexión. Solo buscaba una distracción. Pero el destino, o quizás una fuerza que aún no comprendo, tenía otros planes para mí. Desde el momento en que entré en esa aula, sentí una mirada sobre mí. Intensa, analítica, casi clínica. Pertenecía a una mujer llamada Iris, cuya presencia era tan magnética como intimidante. Durante los ejercicios prácticos, el universo pareció conspirar para ponernos juntas. Y fue allí, en la vulnerabilidad de simular una emergencia médica, donde sentí algo que me sacudió hasta los cimientos. Una corriente eléctrica, una tensión inexplicable que no tenía nada que ver con la reanimación cardiopulmonar. El pánico se apoderó de mí. ¿Qué era esta reacción? ¿Por qué esta mujer, una completa desconocida, me afectaba de una manera que nadie, ni siquiera mi exmarido, había logrado jamás? Huí, literal y figuradamente, de esa sensación. Intenté convencerme de que era solo el trauma del divorcio, una consecuencia de mi estado emocional frágil. Pero lo que comenzó como una simple clase de primeros auxilios se convirtió rápidamente en el catalizador de una serie de eventos que jamás habría podido predecir. Un giro inesperado me llevó a un nuevo y sorprendente camino profesional, uno que me obligaría a enfrentar a Iris y a la desconcertante conexión que había entre nosotras. Y justo cuando creía que las cosas no podían volverse más complicadas, un descubrimiento fortuito, oculto en las páginas de un viejo expediente, reveló que nuestro encuentro no fue una coincidencia en absoluto. Nuestras vidas habían estado entrelazadas durante años, orbitando la una alrededor de la otra, esperando el momento adecuado para colisionar. Esta es la historia de cómo, al intentar salvarme de mi pasado, encontré un futuro que desafió todo lo que creía saber sobre mí misma, sobre el amor y sobre el destino. #HistoriaDeVida, #Divorcio, #NuevoComienzo, #Autodescubrimiento, #RelacionesToxicas, #AmorInesperado, #LGBT, #WLW, #SuperacionPersonal, #Destino, #HistoriasParaReflexionar, #SanandoHeridas, #AmorPropio, #Empoderamiento