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El fuerte inglés más importante en la Costa de oro fue el castillo de Cape coast (Costa del cabo), pero los británicos recién en 1665 se pudieron asentar en la región. En 1555 los portugueses una vez más fueron los primeros en llegar a esa zona geográficamente favorecida por los reparos de la costa y por los desembarcaderos que facilitaba que los buques se acercasen casi hasta la orilla. Ellos bautizaron como Cabo corso a esta zona, que significaba “Short cape” que después se deformaría en “Cape coast”, nombre que tomaría esta región central de la costa de Ghana. Los primeros en construir una fortaleza estable fueron los suecos, a través de un personaje bastante llamativo llamado Hendrik Carloff, que de comenzar empleado como marinero pasó a dirigir la Compañía Holandesa de la Indias Occidentales, para luego trabajar para la Swedish Africa Company y también para la Danish Africa Company. Carloff fue quien obtuvo el permiso de las autoridades africanas locales para construir el castillo en 1653, al que denominó Carlousburg por el rey Carlos Gustavo X de Suecia. Tras cambiar de manos en reiteradas ocasiones y de pasar a pertenecer durante breves periodos a los holandeses y daneses, en 1665 finalmente los ingleses se apoderaron del fuerte de la Costa del cabo y hacia el 1700 lo ampliaron, pasando a ser un Castillo propiamente dicho. Sin embargo, el Castillo de la Costa del cabo parecía el “pariente pobre” en comparación con Elmina. La subvención que el gobierno británico pagada a la Compañía de Mercaderes Comerciantes con África para que mantuviera los fuertes ingleses “era insuficiente”, por lo que estos lucían “toscos”, con poco personal y escasas mercancías (Thomas 348). Mientras el tráfico de esclavos fue legal -hasta 1807-, la RAC exportaba unos 70 mil esclavos por año desde la Costa del cabo. Luego de la abolición el rol del castillo cambió rotundamente. El imperio británico continuó utilizándolo con fines comerciales algunos años más (ya que se exportaba pimientos, metales preciosos y marfil de esta región), pero luego pasó a convertirse en un centro de educación europea en Ghana. La idea de establecer un museo en el castillo de la Costa del cabo surgió en la década del 70’, como una iniciativa de la GMMB. Se abrió en 1972 como un Museo de Historia del África Occidental, y recibió donaciones de varios museos europeos. En cuanto a la visita propiamente dicha, al igual que en Elmina, hay una serie de paradas “obligadas” que todos los guías repiten con un libreto similar, pero también tienen espacio para incorporar su impronta a los relatos, adaptando sus discursos a los diferentes públicos. La visita comienza en la zona cercana a los calabozos de los esclavos varones. Allí se explica el proceso de marcado de la piel, para identificar a los dueños de esa mercancía. También se aprovecha el inicio del tour para hacer comentarios generales sobre el comercio transatlántico, las plantaciones americanas, y los inicios del tráfico de personas de origen africano, al que suele asociarse al párroco Bartolomé de las Casas, una aseveración un tanto polémica . Ya en los calabozos, viene la parte más dura del tour, con los detalles escabrosos sobre las condiciones inhumanas en las que los cautivos esperaban a ser embarcados. Allí en uno de los calabozos hay un santuario del culto tradicional local, que estaba frente al mar antes de la construcción del castillo momento en que la imposición del cristianismo prohibió todo este tipo de religiones y ahora fue restablecido como símbolo de la pervivencia de las creencias de los pueblos originarios de la zona. Allí una especie de sacerdote local realiza una serie de libaciones y una escenificación de cómo se realizaban las ceremonias religiosas antes de la llegada de los blancos-europeos. Luego los tours suelen volver al exterior y se visitan tres tumbas ubicadas en el patio central. La primera es la del único africano enterrado por los europeos, Philip Quaque, que fue el primer africano en ser nombrado sacerdote anglicano. Era hijo de un jefe local, educado en Inglaterra (donde viajó en 1754), donde se casó con una inglesa y volvió a Cape Coast en 1765, y fue nombrado capellán del castillo, donde murió en 1816 a sus 75 años. Luego se suele visitar la sección de la celda de los condenados. Allí se da cuenta de los que se rebelaban o intentaban escapar. De vuelta a ala inferior del castillo, se recorren los calabozos de las mujeres, y se llega hasta la puerta de no retorno, donde también hay arreglos florales y demás ofrendas para los millones de cautivos sin nombre que partieron con rumbo desconocido. Algunas veces se atraviesa un portón que da a la playa para mostrar el letrero ubicado del lado de afuera, que reza: “Puerta de retorno”, y “Akaawaba” (“Bienvenidos” en la lengua local) ya que allí se realizó en 2019 el “Panafest” donde de manera simbólica, fueron repatriados los restos de dos personas esclavizadas en las Américas