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Todo era expectativa y silencio, algunos sentados esperaban que Fonseca hiciera su aparición en el ansiado escenario del Auditorio Nacional y otros llegaban corriendo a buscar su lugar creyendo que se les había hecho tarde, así de repente la luz se apagó y bastó con que se escucharán el acordeón dando paso al tema Simples Corazones y Colombia inundó al Auditorio Nacional. Parceros y parceras empezaron a gritar, el color amarillo inundaba la sala, los sombreros vueltiaos se veían ondear y la música del valle los levantó para bailar y nunca más, durante el concierto, sentarse. El más emocionado... Fonseca. Y es que el sabor de la música colombiana es inconfundible, el baile llegaba con cada nota, con cada letra y entre mi vida y la tuya, Fonseca se hacia presente. Y de repente recordé que México se la debe a los colombianos y luego entonces, me deje llevar por el acordeón como ellos se dejaron llevar por la vihuela del Mariachi y mi piel levitó y me puse de pie a rendir tributo a a las mezclas que escuchaba de pop, cumbia, champeta, salsa y vallenato y yambién grite con ellos... ¡Ay Hombe! y ¡Juepa je! La telaraña del recuerdo que les invadía a ellos era imposible esquivarla. Cada uno volvía a vivir momentos que me estaban compartiendo y yo, gustoso, me dejé contagiar, me lo tenía que permitir. La emoción de Fonseca se mostró siempre a partir de cada canción, y mucho más cuando recordó; la canción importante que sin sonar en radio se convirtió en un clásico para prometer amor. La que sirve para brindar por la vida, por la tierra, la familia, los hijos, por el amor, y en las butacas; sus 3 hijos, hermanos y padres que estaban de espectadores, y él también brindó por los “arrocitos en barro”, gritó con toda su alma. Sin antes hacer notar que su canción implora amor cuando dice; Te quiero si tú quieres a escondidas. Así llegaron sus amigos, un mexicano, un peruano y un colombiano. Reyli, Gian Marco y Andrés Cepeda, en ese orden. Todos para cantar con el compadre, el amigo, el colega, el hombre que un día prometió a su padre que se presentaría en el Coloso y ese que un año antes confirmaba a quienes lo acompañaron en el Teatro Metropólitan que doce meses después en el Auditorio Nacional se verían. Los tres cantantes compartieron sus temas, todos haciendo lo propio con el respetable quienes claramente escucharon decir a Fonseca; “Un aplauso para esta tierra que siempre nos ha abierto las puertas y gracias por siempre ser tan buenos con nosotros”. Los mexicanos que estábamos ahí le ovacionamos eso, su música y que por dos horas nos hiciera olvidar todo a través de bailar y sentir con sus canciones, y entender porqué ha sido ganador de Grammys Latinos y porque Colombia lo quiere tanto, algo que de a poco va consiguiendo en México.