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Encantos de España: Luarca y Cudillero, Gemas de Asturias

Se le perdonaría si usted pensara que los idílicos pueblos pesqueros como Luarca y Cudillero en Asturias, ya no existen en España: la mayoría de los pueblos costeros tan pintorescos se han convertido en centros turísticos con tiendas de souvenirs en cada esquina, ningún pescador a la vista y en cada rincón un turista sacándose un selfie para subirlo a Instagram. No es el caso de estos diminutos puertos, cuya ubicación en la lejana región del norte de España, Asturias ha preservado su espíritu marinero y ha mantenido a raya a las hordas que se sacan selfies. La belleza de Luarca toma la forma de una gran S acuática, en torno a la cual el hombre y su actividad marítima inicial, ahora mezclados, han encontrado un acomodo milimétrico, con una gran afluencia de turistas en verano, cuando su demografía autóctona se quintuplica. Es también por méritos propios la capital de un concejo, el de Valdés, que es uno de los referentes paisajísticos y culturales del occidente asturiano. La fama de Luarca ha traspasado muchas fronteras hasta convertirse en una de las villas más nombradas de toda Asturias. En parte ha sido por tener como hijo más ilustre, y enterrado en su bonito cementerio con vistas al mar, a Severo Ochoa, Premio Nobel de Medicina, pero su fama va más allá de las individualidades, se la ha ganado también a base de otros muchos méritos. El río Negro serpentea continuamente en su último tramo. No es un estuario al uso. El río sí se une al mar, pero no lo hace abiertamente, parece introvertido, y a base de rodeos, curvas y recodos, finalmente acaba desembocando en el Mar Cantábrico en una especie de suspiro. En esta villa, denominada por su encanto como la Villa Blanca de la Costa Verde, se diferencian claramente dos zonas. El casco antiguo alberga los barrios más antiguos y tradicionales, todos de origen medieval, como La pescadería, La barandilla y El Camboral, que rodean puerto e iglesia como un gran anfiteatro. Hacia el interior, y en ambas orillas del río, encontramos la Luarca más contemporánea estéticamente hablando. Surgida en el siglo XIX, es actualmente el lugar que concentra la mayor parte del comercio. De un lado a otro de la ciudad podemos llegar a cruzar hasta siete puentes sobre el río. Comunican diariamente los dos lados de un casco urbano que, sin más pistas, podría ser un lío pero que en el fondo es sencillo, con gran simetría en sus formas. No podemos pasar por Luarca sin sentir el ambiente tradicional que aún conserva su aspecto. Para iniciarse en el marisco y la sidra suele ser un sitio idóneo, ya que proliferan los chigres con un marcado acento marinero y asturiano. En la zona del puerto pesquero también encontraremos algunos motivos para sentarnos a una mesa más elaborada, con restaurantes de gran conocimiento culinario y el olor del mar en todos sus rincones. Cudillero (5.000 habitantes) es el tipo de lugar de cuento de hadas que se puede evocar después de un sombrío día en la oficina: un tranquilo oasis costero en el que uno se despierta con el lejano tintineo de las boyas, pasea descalzo por playas vacías y pasa las tardes en los cafés del puerto. Por suerte, a cinco horas en coche desde Madrid, o a tres horas desde Bilbao o Santiago de Compostela, se puede hacer realidad esa fantasía. Con su anfiteatro de coloridas casas en la cima de los acantilados alrededor de la céntrica Plaza de la Marina, Cudillero podría arreglárselas sólo con su aspecto de postal; si no, podría estar en la Costa de Amalfi. Pero la ciudad tiene cultura más que suficiente para mantenerle ocupado. Siglos de virtual aislamiento del interior de España (debido a la intratable geografía de la zona) dieron lugar al peculiar dialecto de influencia nórdica de Cudillero (la leyenda dice que fue fundada por vikingos), a exuberantes bailes folclóricos, a una cocina basada en el marisco y a fiestas de influencia pagana como L'Amuravela, que se celebra cada mes de junio y culmina con la incineración de gigantes de cartón piedra de tamaño natural, similar a las Fallas de Valencia. Cudillero es tan vibrante como sus fachadas de color pastel; aquí desglosamos nuestra forma favorita de pasar un fin de semana en uno de los puertos más bonitos (y desconocidos) de España. La temporada alta de Cudillero va de junio a agosto, cuando la lluvia escasea y la ciudad se llena de residentes estacionales y veraneantes que dan vida a las plazas y a los bares de tapas con lata de sardinas. Los meses de frío son comparativamente menos concurridos y más tranquilos, lo que favorece a los viajeros introspectivos que buscan relajarse. #luarca #cudillero #asturias #españa

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