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En Causa y Efecto conversamos del debate que se encendió tras la columna de Cristián Valenzuela en La Tercera. Sus palabras sobre los “parásitos del Estado” generaron reacciones cruzadas, incluso de parlamentarios que, según se dijo, ni siquiera leyeron el texto completo. La crítica no apuntaba a todos los funcionarios públicos, sino a los gobiernos de distinto signo que, durante años, han llenado cargos con amigos o militantes sin capacidades, engrosando una estructura que sirve más a los partidos que a la ciudadanía. El ex subsecretario de Hacienda, Rodrigo Álvarez reconoció que en su momento intentaron imponer controles sobre el desempeño público, pero sin éxito. Porque si no hay una definición presidencial clara, ningún ministro tiene cómo remover a los ineficientes. Lo cierto es que, entre favores políticos y resistencia gremial, la depuración del aparato estatal parece una tarea imposible. La columna, más allá de su tono, fue leída también como un mensaje de campaña. Un intento por marcar distancia de los gobiernos anteriores (de izquierda y derecha) y presentarse como alternativa a una clase política que promete austeridad y meritocracia, pero que en la práctica mantiene los mismos vicios. Desde el abuso de las designaciones hasta la falta de evaluación real en el servicio público. Y ahí surge la paradoja: mientras unos defienden al Estado, otros viven de él. Las evaluaciones internas se aprueban con nota perfecta, los programas ineficientes se mantienen por conveniencia y los funcionarios que hacen bien la pega terminan cargando el trabajo de los que no. Todo esto en un país donde la convivencia cívica se erosiona, el saludo se vuelve excentricidad y la campaña electoral se disfraza de debate moral. Síguenos en nuestras redes: Instagram: / biobiochile Facebook: / radiobiobio Twitter: / biobio TikTok: / biobiochile