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Mi amante se negó a ir a la fiesta de revelación de género de nuestro bebé. Según el, porque está casado no puede estar. Pero eso no le quita sus responsabilidades como padre, así que llamé a su esposa para pedirle que lo dejé ir. La primera vez que vi los fuegos artificiales de Año Nuevo fue desde una ventanilla rota, con luces azules rebotando en mi vestido de gala y un oficial gritándome que bajara las manos. Yo con una mano en la barriga y la otra aferrada a unas llaves, como si eso fuera mi derecho, mi prueba, mi victoria. Afuera, mi fiesta seguía como si nada: globos, risas, confeti, gente grabando. Adentro, mi mundo se estaba volviendo una celda con olor a champán derramado y cuero mojado. Y sí… todo empezó por una simple llamada que tenía que hacerse. Yo no soy de las que suplican. Nunca lo he sido. Cuando algo es mío, se respeta. Y cuando digo mío, no hablo solo de un hombre, hablo de lo que él me debe, de lo que la vida me debe, de lo que mi cuerpo está construyendo desde adentro. Carlos podía ponerse el disfraz de “hombre responsable” cuando le convenía, pero cuando llegó el momento de lo importante, de la revelación del género de nuestro bebé, salió con el cuento más viejo del mundo: que estaba casado, que no podía ir, que era “complicado”. Como si la complicación me la hubiera inventado yo para entretenerme. Yo llevaba semanas organizándolo todo. No era solo una fiesta, era una coronación. Año Nuevo, revelación, familia, amigos, gente bonita, la foto perfecta para empezar el año con un golpe en la mesa. Y él… él quería quedarse escondido como rata en un matrimonio ajeno. Me decía que lo entendiera, que la esposa era “difícil”, que se pondría como loca. Ajá. Claro. La loca siempre es la otra. El 30 de diciembre tomé una decisión adulta, de esas que nadie agradece hasta que les salva la vida: llamé a Elisa. Sí, la esposa. Porque si Carlos se creía tan hombre para hacer un bebé, también tenía que ser hombre para aparecer en una fiesta y asumirlo. Y si a mí me tocaba hablar con la señora, pues hablaba. Yo no le tenía miedo a una mujer que vive de apariencias, yo estaba creando una realidad. Elisa contestó como si ya supiera, como si yo fuera el spam que llevaba meses esperando. Apenas le dije mi nombre y lo del bebé, explotó. 0:00 Historia principal 8:02 Comentarios de la historia principal 9:28 Actualización 1 12:49 Comentarios de la actualización 1 14:19 Actualización 2 20:19 Comentarios de la actualización 2 21:53 Actualización 3 26:05 Comentarios de la actualización 3 27:39 Actualización 4 30:58 Comentarios de la actualización 4 32:25 Actualización 5 35:49 Comentarios de la actualización 5