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Entre 1944 y 1945, el Japón imperial afrontó una crisis militar y estructural sin precedentes. La pérdida de la superioridad aérea, el colapso progresivo de la industria y la imposibilidad de reemplazar a los aviadores veteranos transformaron la guerra del Pacífico en un conflicto de desgaste claramente desfavorable. En ese contexto, el alto mando japonés adoptó una respuesta extrema: la creación de las Unidades de Ataque Especial, concebidas para emplear al piloto y a su aeronave como un único sistema de armas sin retorno. La medida fue el resultado de una trayectoria política y militar iniciada en la década de 1930, cuando el poder civil quedó subordinado a una lógica de expansión dirigida por el estamento militar. La centralidad simbólica del emperador, el sintoísmo de Estado y una reinterpretación utilitaria del Bushidō consolidaron una cultura de obediencia absoluta, reforzada por el sistema educativo y la disciplina castrense. La derrota aeronaval en Midway y el colapso definitivo de la aviación naval en el Mar de Filipinas aceleraron esta deriva, al eliminar la base técnica y humana necesaria para sostener operaciones convencionales. La guerra industrial agravó la situación. El bloqueo marítimo, la pérdida de recursos estratégicos y los bombardeos redujeron drásticamente la producción de aviones, motores, combustible y aluminio, generando carencias operativas críticas. Okinawa se convirtió entonces en un punto decisivo: para Estados Unidos, una plataforma avanzada; para Japón, el último escudo antes del archipiélago. Allí se concentró el empleo masivo de ataques de no retorno, con miles de salidas destinadas a infligir daños que elevaran el costo de una invasión. La institucionalización del sacrificio transformó a la juventud en un recurso militar final. Reclutados bajo una combinación de presión social, rituales públicos y coerción administrativa, estos pilotos encarnaron la fase terminal de un Estado agotado, que buscó compensar la derrota material mediante la movilización total de cuerpos, símbolos y obediencia.