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Nuestro Capítulo 38 nos lleva por segunda vez al encuentro con el querido Ramiro González. Apenas empezamos este ciclo, allá por marzo de 2018, nos recibió Ramiro en su casa de Cuesta Blanca y nos contó la historia de varias de sus canciones. Hoy presentamos este doble homenaje hecho canción. Por un lado, un homenaje a aquellos trabajadores anónimos que levantan la vendimia, que con el esfuerzo de su trabajo hacen posible que el vino llegue a nuestra mesa, y por otro lado al gran fotógrafo mendocino Maximo Arias, amigo de Ramiro que partiera hace algún tiempo ya, quien mediante una de sus fotos inspiró también la gestación de esta hermosa canción. La cosechera perdida (canción) Letra y Música: Ramiro González El sol en siestas ardidas carga de luz los racimos pa’ iluminarme la boca al degustar un buen vino. Y me acaricia por dentro zumo de nube preñada por entre valles floridos huelo la tierra mojada Han de zumbar en mi lengua miles de abejas en vuelo polinizando nogales durazneros y ciruelos. A lo mejor tenga suerte de ver a la tierra herida abriendo un surco a la muerte con un tallito de vida ¡Dame tu luz y tu aroma! le pedí a una cosechera… ¡Mi joya estaba en el vino antes que tú lo quisieras! Desde entonces bebo a diario pa’ recobrar lo perdido, pero no viene su aroma, será su recuerdo olvido. Será sagrado este jugo que se acumula en la cepa, que igual que sube a la parra por entre mis venas trepa. No se si es simple la cosa, el vino llega a la mesa, sangre de manos curtidas engorda la bordalesa. Suda la noche y de a poco se va horadando la piedra, lechos de arroyos vertientes suben a la uva negra. ¡Si me habré bebido estrellas, amaneceres y ocasos, tras de la luna morada que reposaba en mi vaso! Donde la luna se mira su preñez iluminada, bebo un racimo de greda con rumor de siesta clara. Zumo glacial de la acequia néctar de nube rajada, huella de tus pies descalzos sobre la uva cortada. No llega a un sol la canasta que acabará con tu espalda, y olió a vos el racimo que hubo rozado tu falda. Luego de un lento proceso de añejamiento en las cavas, trajo tu aroma ese vino que mi boca sazonaba. Cosas que tiene la vida niña de ojos de uva dulce; algunos templan la cuerda para que otro la pulse A vos que aromas el vino con tu sangre destilada, nadie ha de encender cogollos al estallar la tonada. Un arduo verano exprime tu juventud María Elena, y sube a la cepa clara en noches de luna llena, a destilar el rocío que acarició tu cadera, para penetrar las fibras añosas de la madera. Y tú no sabes siquiera ese destino tan noble de tu sudor madurando en las barricas de roble. Transitarás las arterias que pulsen esta guitarra y habitarás nuestra mesa al brindar bajo la parra. Si les gustó este capítulo compártanlo para que sus amigos puedan disfrutar igual que ustedes, y de paso ayudan a visibilizar la obra de nuestros autores y compositores contemporáneos.