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"Hola de nuevo", hoy nos adentramos en el fascinante mundo del Gouffre Lonné-Peyret, una joya kárstica en el corazón del macizo de la Pierre Saint-Martin, Pirineos Atlánticos, Francia. Este sistema subterráneo, con su entrada principal GL 102, nos desafía con una vertical inicial de 410 metros, un descenso que pone a prueba nuestra técnica y resistencia. Pero esto es solo el comienzo. Lonné-Peyret no es un simple pozo; es una red viva, un laberinto de más de 25 kilómetros de galerías que alcanzan una profundidad total de 807 metros, conectada al vasto sistema de la Pierre Saint-Martin. Desde su descubrimiento, este gouffre ha sido un campo de pruebas para nuestra comunidad. En 1970, los primeros exploradores se enfrentaron a sus estrechas fisuras, sus ríos subterráneos y sus sifones impredecibles. La rivière Lonné-Peyret, que fluye en sus entrañas, nos recuerda la dinámica del agua como escultora de estas cavidades. Cada metro descendido revela formaciones calcáreas únicas, estalactitas que narran milenios y pasajes que exigen lo mejor de nuestro equipo: cuerdas de alta resistencia, arneses, y un conocimiento profundo de progresión vertical. La entrada GL 102, con su caída de 410 metros, es un ícono. Es un desafío técnico que requiere planificación meticulosa: aseguramientos precisos, gestión del frío y la humedad, y una logística impecable para equipos de varias personas. Pero más allá de la entrada, el sistema se expande en una complejidad que nos obliga a repensar nuestras estrategias. Las galerías horizontales, los pozos secundarios y las zonas inundadas demandan no solo habilidad, sino también un respeto absoluto por el entorno kárstico. Lonné-Peyret no es solo una cavidad; es un archivo geológico. Sus paredes guardan pistas sobre la evolución del macizo, desde la disolución de la caliza hasta los movimientos tectónicos que lo moldearon. Para nosotros, explorarlo es también estudiarlo: mapear cada rincón, documentar sus formaciones y preservar su estado natural. La espeleología aquí no es solo aventura, es ciencia. Hablemos de los retos. El descenso inicial de 410 metros es agotador, pero los sifones y las estrecheces posteriores son el verdadero filtro. Equipos como los de la ARSIP y otros grupos históricos han superado estas barreras, dejando un legado de mapas y técnicas que hoy usamos. Sin embargo, aún hay incógnitas. ¿Qué hay más allá de los tramos inexplorados? ¿Qué secretos guarda el fondo del sistema a 807 metros? Este gouffre nos une como comunidad. Cada expedición es un esfuerzo colectivo: espeleólogos, geólogos, hidrólogos, todos aportando al conocimiento del subsuelo. La Pierre Saint-Martin, con Lonné-Peyret como una de sus siete entradas clave, sigue siendo un laboratorio vivo. Nos reta a innovar, a perfeccionar nuestras técnicas de progresión y a compartir lo aprendido. Así que, colegas, los invito a mirar a Lonné-Peyret no solo como un objetivo, sino como un símbolo de lo que somos: exploradores del abismo, guardianes de lo oculto. Preparemos nuestras cuerdas, revisemos nuestros descensores y descendamos juntos a este mundo subterráneo. Porque en cada metro de Lonné-Peyret, encontramos no solo roca, sino la esencia de la espeleología."