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Una de los 17 cubanos detenidos en Rusia: "Si van a deportarnos, que nos deporten ya, es lo que quer

En un trágico giro de los acontecimientos, diecisiete cubanos fueron detenidos en Crimea, un territorio invadido y controlado por Rusia desde dos mil catorce. La Policía rusa irrumpió en una casa alquilada por ellos en Krasnodar, manteniéndolos confinados antes de trasladarlos a una comisaría para su identificación. Posteriormente, fueron divididos en dos grupos y encerrados en centros de deportación. La angustia crece entre los detenidos mientras se enfrentan a un futuro incierto. 'Si van a deportarnos, que nos deporten ya, es lo que queremos', declara una de las personas capturadas. Las condiciones son durísimas. Los hombres y mujeres están separados. Ellos, en condiciones precarias, han pasado siete días sin bañarse, encerrados en un cuarto sin poder salir. Tienen acceso al teléfono solo una hora al día, mientras que las mujeres pueden comunicarse entre las dos y las seis de la tarde. Ninguno de estos cubanos tenía sus documentos en regla. Llegaron a Rusia desde La Habana, volando hasta Moscú y tomando un tren hacia Crimea con la esperanza de encontrar trabajo, pero el invierno implacable les impidió buscar empleo. Desde su detención, las autoridades han difundido imágenes de ellos. En la comisaría, estuvieron desde las ocho de la mañana hasta las once de la noche del veintidós de marzo, hora en que fueron llevados de vuelta a la casa para una hora de aseo y comida, insuficiente para tantos. Les permitieron recoger lo esencial antes de ser trasladados al centro de deportación. A pesar de que no han sido maltratados, la incertidumbre reina, sin respuestas claras por parte de las autoridades. A muchos, incluidos aquellos que llevan hasta un año en Rusia, se les vence el permiso de estadía. A pesar de su llegada con visa de turista, el clima hostil de Crimea frustró sus planes de trabajo. Las recientes medidas de Rusia han intensificado los controles migratorios, y los cubanos enfrentan la perspectiva de ser vetados de entrada hasta por diez años. Estas detenciones resaltan la vulnerabilidad de aquellos que, en busca de un futuro mejor, enfrentan desafíos en medio de tensiones geopolíticas y migratorias. Sin embargo, la llamada a casa, en una Cuba de profundas crisis, se torna silenciosa y distante, dejándolos en el limbo de una patria que anhelan, pero con la esperanza de respuestas, de un nuevo comienzo.