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Corriendo al Oeste

Tú dijiste “ve”, yo dije “no”, compré un boleto rumbo al sol. Conocía bien tu voz, solo no me gustó tu decisión. Me pedías amar al enemigo, yo quería verlos caer. Preferí huir de tu llamado antes que verte perdonar otra vez. Las olas no preguntan razones, la tormenta no toma partido. Puedes correr contra el mapa de Dios, pero no contra sus ojos encendidos. Yo iba corriendo de tu misericordia, corriendo de tu verdad. Pensé que obedecer era rendirme, que controlar me iba a salvar. Preferí hundirme en el mar antes que verte amar a los que yo no podía perdonar. Corrí al lado contrario… y caí directo en tu plan. Marineros orando a la nada, echaron suertes y fui yo. “Échenme al agua”, dije firme, todavía lleno de orgullo y razón. Caí sabiendo que tenías razón, pero enojado hasta el final. Qué ironía: me salvas la vida mientras yo no quiero que otros tengan paz. En la oscuridad donde el ego no habla, sin aplausos, sin señal, entendí que no solo salvas ciudades… también vienes a confrontar mi mal. Yo iba corriendo de tu misericordia, corriendo de tu verdad. Pensé que obedecer era rendirme, que controlar me iba a salvar. Preferí hundirme en el mar antes que verte amar a los que yo no podía perdonar. Corrí al lado contrario… y caí directo en tu plan. Salvaste a toda una ciudad, y yo sentado, lleno de coraje. Me enoja que seas bueno con ellos, me enoja que no juegues a mi juego. Yo pedía fuego del cielo, tú hiciste crecer compasión. Y me lanzaste una pregunta directa: “¿Te importa la gente… o solo tener razón?” Yo iba corriendo de tu misericordia, y la misericordia corrió detrás de mí. Quise ponerte límites humanos, pero tú me enseñaste a vivir. Si tu gracia ofende mi justicia, entonces algo está mal en mí. Corrí al lado contrario… y aun así viniste por mí.