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En Nuestra Fiesta de Boda mi Prometido me Dejó SOLA para Irse a Cuidar a mi HERMANA Así que yo...

En el lugar de la boda, mi prometido me dejó para cuidar de mi hermana. Y ahora… me estoy casando con mi eterno rival. Todavía no puedo localizar al Sr. Armando. La fiesta de compromiso comienza en diez minutos y el novio sigue sin aparecer. Me observo en el espejo, vestida con un impecable vestido de gala. Aliso con delicadeza algunos cabellos sueltos, como si ese gesto pudiera devolverme el control de la situación. Mi mano sujeta el teléfono con tanta fuerza que los nudillos se me ponen blancos, pero mi rostro se mantiene inexpresivo. —Sal primero —le digo a mi asistente de maquillaje—. Lo llamaré. Envío a todos fuera de la habitación y, sin perder tiempo, marco el número de Armando. Crecimos juntos, cargando el peso de nuestras familias sobre los hombros. Sabemos lo que es correcto, lo que se espera de nosotros. Esta alianza matrimonial es más que una ceremonia; es un pacto que sellará el destino de nuestras empresas. No importa lo urgente que sea cualquier asunto, Armando no debería ignorar mis llamadas. El tono de llamada suena una y otra vez. Nadie responde. Cada repetición del timbre se clava en mi pecho como una advertencia. Algo anda mal. ¿Podría estar planeando huir? No, sería demasiado absurdo. No cuando ambas familias han invertido tanto en este compromiso. Sigo llamándolo, una y otra vez. Doce intentos. Cero respuestas. La fiesta está a punto de comenzar, y yo… yo estoy aquí, sola, con un teléfono mudo y un creciente nudo en el estómago. Me giro para darle instrucciones a mi asistente, lista para posponer el evento, cuando mi teléfono finalmente suena. —Patricia, estoy en el hospital ahora mismo. El mundo se detiene por un instante. Mi corazón da un vuelco. Apreto el teléfono con fuerza y hablo con urgencia. —¿Qué quieres decir con "el hospital"? ¿Qué te pasó? Está bien, podemos posponer el compromiso. Lo haremos otro día si es necesario. Silencio. Luego, Armando suelta las palabras que sellan mi destino. —No soy yo —dice con voz grave—. Sara cayó por las escaleras en la casa antigua.