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Hace unos años, Elon Musk apareció en escena como un auténtico rockstar, paralizando por completo la industria automotriz cuando sacó de la manga un vehículo que funcionaba sin una gota de gasolina. De un día para otro, todo el planeta parecía haber enloquecido por Tesla, y hasta las grandes marcas tradicionales temblaron ante esta revolución eléctrica que parecía haber llegado para quedarse. El Tesla Roadster primero, y luego el Model S, fueron la prueba viviente de que era posible conducir con estilo, velocidad y cero emisiones; Musk se convirtió así en una especie de mesías moderno que prometía liberarnos del yugo de las petroleras. Pero, claro, no todo cuento de hadas dura para siempre: hoy, años después, el mundo ha despertado brutalmente ante una verdad incómoda. China, el gigante silencioso que parecía dormido, nos ha restregado en la cara una realidad devastadora: esa tecnología maravillosa que Musk nos vendía como el futuro inevitable, hoy se produce en Shenzhen por una fracción del precio. Sí, resulta que los chinos estaban tomando nota, calladitos, mientras Musk paseaba por escenarios vendiendo sueños eléctricos a precio de oro. Ahora China, sin fuegos artificiales ni espectáculos mediáticos, ofrece vehículos eléctricos iguales o mejores que Tesla, pero a costos que harían llorar a cualquier comprador de un Model Y. Musk paralizó el mundo automotriz con un coche eléctrico revolucionario, pero lo que no nos dijo es que esa innovación iba a venir con una etiqueta de precio inflada y sobrevalorada. Hoy el mundo está despertando a una verdad incómoda: la revolución eléctrica ya no es exclusiva, ni cara, ni propiedad de Tesla. China tomó el relevo con maestría y está mostrando que, durante años, hemos estado pagando demasiado caro el lujo de sentirnos "revolucionarios". Tesla abrió la puerta, pero China la está atravesando, y lo peor para Musk es que lo está haciendo más rápido, más barato y sin pedir permiso. Lo que hace apenas unos años parecía una revolución imparable hoy se está desmoronando más rápido que un castillo de naipes en medio de un huracán. Tesla está en caída libre, y no, no es por falta de supercargadores ni por las puertas del cybertruck que se traban. ¡Es porque el mundo le está dando la espalda a la marca de Elon Musk y nadie quiere decirlo en voz alta!