У нас вы можете посмотреть бесплатно La viuda con 5 niños tocó su puerta en Nochebuena — y lo que hizo el hacendado cambió todo или скачать в максимальном доступном качестве, видео которое было загружено на ютуб. Для загрузки выберите вариант из формы ниже:
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La nieve caía sin piedad sobre la Hacienda San Rafael aquella tarde del 24 de diciembre de 1852. Don Sebastián Mendoza observaba desde la ventana de su despacho cómo los últimos trabajadores se retiraban a sus casas para celebrar la Nochebuena con sus familias. Tenía 36 años, aunque las arrugas profundas alrededor de sus ojos le daban la apariencia de alguien que había vivido demasiado dolor para su edad. La casa era inmensa, con corredores que resonaban con el eco de pasos solitarios. Habitaciones cerradas desde hacía tres años. Una gran mesa de comedor que ahora solo veía un plato cada noche. Tres años. Tres Navidades había pasado Don Sebastián desde aquella noche terrible en que todo se derrumbó. La noche en que su esposa, Doña Isabel, murió dando a luz a su primer hijo. El niño tampoco sobrevivió. Ambos partieron en cuestión de horas, dejándolo solo en esta casa que habían construido con tanto amor y tantos sueños. "Don Sebastián." La voz del mayordomo, Ramón, interrumpió sus pensamientos. El viejo sirviente había estado con la familia durante cuarenta años. "He preparado la cena. ¿Desea que la sirva en el comedor o en sus aposentos?" "En mis aposentos, Ramón. Como siempre." "Señor, si me permite..." Ramón vaciló. "Es Nochebuena. Quizás este año podría considerar aceptar la invitación del alcalde, o de Doña Mercedes. No es bueno que pase otra Navidad solo." Sebastián apretó la mandíbula. Doña Mercedes Álvarez, la viuda rica del pueblo, había dejado muy claras sus intenciones durante los últimos dos años. Cenas, invitaciones, visitas cada vez más frecuentes. Pero él no sentía nada. Solo un vacío inmenso donde antes había vivido el amor. "Ramón, agradezco su preocupación, pero mi decisión está tomada. Cenaré solo, como corresponde." El mayordomo asintió con tristeza y se retiró. Sebastián volvió a mirar por la ventana. La nieve caía más fuerte ahora, cubriendo los campos con un manto blanco que brillaba bajo la luz menguante del atardecer. Era hermoso y desolador al mismo tiempo. Isabel había amado la nieve. Había amado la Navidad. Había soñado con llenar esta casa de niños, de risas, de vida. Y ahora todo eso había muerto con ella. Sebastián cerró los ojos, permitiéndose recordar por un momento. El rostro de Isabel iluminado por las velas navideñas. Su risa cuando decoraban la casa juntos. Sus manos sobre su vientre embarazado, llenas de esperanza y amor. "Te amaré hasta que mi último aliento," le había dicho ella la noche antes de entrar en trabajo de parto. "Y nuestro hijo será la prueba viviente de ese amor." Pero su último aliento llegó demasiado pronto. Y el hijo que debía ser prueba de amor se convirtió en la causa de su muerte. Sebastián abrió los ojos bruscamente, apartando los recuerdos. No podía hacer esto. No hoy. No en el aniversario de su pérdida. Se sirvió una copa de brandy y se dispuso a pasar otra Nochebuena en la única compañía que podía soportar: la soledad. ESCENA 2: La Mujer Desesperada A tres kilómetros de la Hacienda San Rafael, Catalina Ruiz caminaba por el camino cubierto de nieve, arrastrando una carreta improvisada con las pocas pertenencias que le quedaban. Detrás de ella, cinco niños luchaban contra el frío y el agotamiento. "Mamá, no puedo más." La voz de su hija mayor, Lucía, de once años, apenas se escuchaba sobre el viento. Cargaba a la pequeña Ana, de dos años, envuelta en mantas raídas. "Ana está temblando mucho." Catalina se detuvo, su corazón partiéndose en mil pedazos. A los 29 años, estaba embarazada de ocho meses de su sexto hijo. Su vestido negro de viuda estaba empapado por la nieve. Sus manos, agrietadas y sangrando del frío. Pero peor que el dolor físico era ver el sufrimiento de sus hijos.