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La provincia de Badajoz agrupa en su seno un mosaico de pueblos, culturas y civilizaciones que a lo largo del tiempo han otorgado a estas tierras una historia muy rica, plasmada asimismo en un importante patrimonio, como por ejemplo una amplia variedad de castillos. Tanto por su gran extensión como por su situación fronteriza, Badajoz atesora numerosos castillos, alcazabas y fortalezas. El castillo fue la fortificación militar por excelencia. Este superdomus de la Edad Media era un edificio amplio y fuerte, construido generalmente con sillares de granito o con piedra y argamasa caliza de una resistencia ciclópea en sitios elevados y crestas de montañas a propósito de controlar dilatadas campiñas y hacer difícil su acceso al enemigo. Uno de esos castillos es el de Burguillos del Cerro, localidad situada al sur de la provincia de Badajoz, entre Zafra y Fregenal de la Sierra. Sobre una colina rocosa, en lo más alto de la población se asienta como presidiendo la localidad este castillo, que emerge como una isla en el amplio mar que había formado la niebla. Esta niebla, este castillo, esta escena nos transportó por unos momentos a la Edad Media. Imaginamos la niebla sobre el campo de batalla, una niebla medieval recitada por trovadores…castillo, laberinto, infierno, espada, héroe… Allí predominaba el silencio, lo inmóvil, la magia, el misterio que todo lo envuelve, ese misterio que nos hace creer en los tiempos pasados que nunca hemos conocido. Con esa niebla como paisaje, la tierra se vuelve muda, los oídos sordos y la mirada humo; un hálito de espíritu que desvanece colores, formas, caminos y pueblo; una intensa brevedad. Y en ese ambiente que nos transporta a tiempos de oscuridad, de tinieblas, como hemos comentado, emerge la figura del castillo de Burguillos del Cerro. Un suspiro de luz en altura penetra entre la densa niebla para poder observar la silueta del castillo, ese mudo gigante. Esta fortaleza, de origen musulmán, fue construida por los primeros pobladores islámicos de la zona para poder hacer frente a las continuas incursiones de las tropas cristianas. Tras pasar en sucesivas ocasiones de manos musulmanas a cristianas y viceversa, en 1238 fue conquistada definitivamente por los Templarios, que lo recibieron de manos del rey Fernando III como recompensa. Tras la disolución de la Orden, la fortaleza estuvo en manos, primero del Señor de Aguilar, y posteriormente de Diego López de Zúñiga, Señor de la Casa de Béjar, hasta la abolición de los señoríos (inicios del siglo XIX). El castillo pasa definitivamente a ser titularidad estatal. Entre la niebla, podemos entrever la disposición de la fortaleza: con planta cuadrangular, se compone de una sólida muralla con torreones en el que sin duda destaca la Torre del Homenaje, de gran tamaño, compuesta por dos cuerpos y bastante bien conservada tanto interior como exteriormente. Una torre conocida como Torre Parda, con un tamaño inferior a la anterior, y otras tres de menor tamaño, dos circulares y una prismática, completan la estructura defensiva que encierra al Patio de Armas. Aún quedan restos de diversas habitaciones, así como el aljibe. Una puerta en forma de arco apuntado con el escudo de armas de la Familia Zúñiga y un matacán que se conserva casi íntegro, daba acceso al castillo. De su época árabe no se conserva ningún elemento original. El edificio que ha llegado hasta nosotros es el correspondiente a las amplias reformas realizadas en los siglos XIV y XV. Este halo misterioso del castillo, entre tinieblas, nos invita a viejas leyendas. Una, muy popular en el municipio, nos habla de la existencia de un preciado tesoro oculto en la fortaleza que los árabes habían dejado escondido antes de ser expulsados por las huestes cristianas. Cuentan que las alhajas se encontrarían en un pasadizo subterráneo que conduciría desde la fortaleza hasta el cerro de Guruviejo, a varios kilómetros de la localidad. El acceso a dicho túnel estaría junto a una de las dos torres cilíndricas de la fortaleza… Castillo y niebla, ¡cuánto romanticismo!, protagonizan esta impresionante escena. ¿Y el pueblo?, tendremos que ocuparnos otro día de él.