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Iniciamos el recorrido en la parada de autobús de La Pradera de Ordesa (1.330 m). Tomamos la pista que se dirige al este, siguiendo el curso del río Arazas. Al poco llegamos a una bifurcación con un poste indicador que señala, a la izquierda, la ruta hacia el circo de Cotatuero. El camino se adentra en un bosque aún en penumbra, poblado de pinos, hayas y abetos. Subimos por la ladera con ligereza; todavía estábamos frescos. Al cabo de una hora pasamos junto a una cabaña y, más arriba, nos asomamos al mirador de la cascada de Cotatuero. Las paredes del circo son imponentes: te hacen sentir pequeño y, al mismo tiempo, emocionan por su belleza. Poco después alcanzamos el paso de las clavijas de Cotatuero (1.960 m). El primer tramo, vertical, es fácil y sin gran exposición al vacío. El segundo, completamente aéreo, recorre un trayecto horizontal con una breve subida en medio. Además de las clavijas, el paso cuenta con una sirga metálica en la parte más expuesta. Nosotros utilizamos casco, arnés y cinta con mosquetón para asegurarnos: más vale prevenir que curar. Al salir, alcanzamos una zona más llana (2.000 m), la Meseta, junto a las cascadas que forma la Rivereta de Cotatuero antes de precipitarse al barranco. Continuamos hacia el noreste, siguiendo hitos y sendero junto al curso del agua. Ganamos altura en una amplia zeta, miemtras recorriamos las laderas de Punta Tobacor y el Pico Millaris hasta llegar al collado de Millaris (2.460 m). Enfrente, hacia el norte, se alza la gran muralla que enlaza varios tresmiles: desde los Gabietos hasta el Perdido. Desde allí descendimos (SE) hasta el refugio de Góriz (2.200 m). Al llegar ya acumulábamos unos 1.150 metros de desnivel y el cansancio se notaba. Decidimos continuar hacia la cima del Perdido, pero por la vía normal —la del Lago Helado— y no por la ruta de “Las Escaleras”, nuestra primera intención. Mi compañero, más fuerte, se veía con ánimos de llegar arriba; yo me conformaba con avanzar hasta donde pudiera, o al menos alcanzar el Lago Helado. Poco a poco, a mi ritmo, ascendí primero hacia el noreste y luego hacia el norte. Crucé el caos de piedras, pasé el tramo de cadenas y llegué al Lago Helado (2.990 m). A la izquierda se alza el Cilindro de Marboré y, a la derecha, el Perdido con la Escupidera. La ruta está perfectamente señalizada, sin posibilidad de pérdida. Tras un descanso y unas fotos, retomé la subida. Algo antes de la cima, pasada la Escupidera, me encontré con mi compañero que ya bajaba: no pensaba que le estuviera siguiendo. Me acompañó en el último tramo hasta la cumbre, envuelta en niebla, aunque entre claros pudimos fotografiar el valle de Ordesa, el lago de Marboré y la brecha de Tucarroya. Descendimos por el mismo camino hasta el refugio de Góriz, donde pasamos la noche. Fue una jornada magnífica, pero dura: 12 horas caminando, más de 20 km recorridos y unos 2.300 metros de desnivel positivo acumulado. Descendimos (SO) por una ladera de piedra suelta hasta una planicie de derrubios. A nuestra espalda se alzaban, imponentes, el pico Anónimo y el Casco de Marboré. Cruzamos la llanura y llegamos al paso de los Gabachos, un destrepe fácil que da acceso a otra planicie, también cubierta de derrubios: la Plana de Narciso (2.360 m). El sendero toma rumbo sur, luego oeste y finalmente vuelve al sur para entrar en el lapiaz de la Esmoladera, cerca de la entrada de la Faja de las Flores. En todo el recorrido abundan hitos y trazas de sendero. Desde aquí pudimos contemplar y fotografiar, casi completa, la cadena axial que va del Taillón al Perdido y el valle de la Rivereta de Cotatuero con el circo del mismo nombre y el pico Tobacor. La Faja de Las Flores está incrustada en los barrancos de las caras sur y oeste del pico Salarons o Gallinero. Aunque es aerea no entraña dificultad con buen tiempo. Una senda, con suficiente anchura, recorre los 3 kilómetros de largo. Desemboca en un collado conocido como Umbral de Salarons (2380 m). Si en el transito de la faja traíamos dirección noroeste, en el collado cambiamos radicalmente y comenzamos a descender hacia el sur siguiendo las sendas que se caen por los barrancos del circo de Carriata. LLegamos a una bifurcación con una cartel que indica la dirección a la fajeta (izquierda) o a las clavijas de Salarons (derecha). La fajeta es una opción más sencilla, aunque no exenta de esposición al vacio. Pero nosotros estábamos sedientos de adrenalina, por lo que optamos por el destrepe de las clavijas. Un poco más adelante aparece una nueva bifurcación. Hacia el sur se llega a las clavijas y hacia el oeste se accede a la cima del Tozal de Mallo por la faja de Carriata. Destrepamos las clavijas de Salarons. La primera parte es más expuesta al vacio pero las clavijas facilitan mucho el destrepe, aunque hay que señalar que no son para gente sin experiencia. Un poco más abajo encontramos un segundo grupo de clavijas que se superan con más facilidad.