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“El amor es una chispa que habita en el pecho, una llama que no se apaga, aunque el silencio lo intente cubrir. El amor es movimiento — una corriente que atraviesa el alma y la hace danzar.” — Inspirado en Fadwa Tuqan, poetisa árabe. La danza nació en los pueblos, entre mujeres que conocían el ritmo de la tierra y el pulso del corazón. Ellas eran las Ghawazee — plural de Ghaziyya, “la que conquista con su mirada y su danza”. Vivían y danzaban en caravanas, llevando su arte de aldea en aldea, del Sa‘id al Delta, tejiendo caminos de música, percusión y movimiento. Eran las guardianas del pulso popular egipcio, antes de que existieran los teatros, los estudios y las luces del Cairo. Su danza era —y sigue siendo— profundamente femenina y terrenal. Los pies firmes sobre la tierra, los codos fuertes, las caderas vivas. El torso respira, los hombros responden, y el corazón dirige. El movimiento femenino aquí no busca agradar, sino existir. Es una afirmación: “estoy aquí, soy cuerpo, soy historia, soy raíz”. Las Ghawazee del Sa‘id bailaban con bastones, asayas de bambú o de palma, heredando los gestos del Tahtib, la danza de los hombres, y transformándolos en fuerza y elegancia. En cambio, las del Delta abrazaban la alegría, el juego, el ornamento: giros, pasos cortos, vibraciones alegres que hacían reír a quien las miraba. Sus vestidos eran capas de color y sonido: sedas, algodones, lentejuelas, pañuelos con monedas que hablaban mientras danzaban. Llevaban tatuajes en el rostro, trazos azules que marcaban su clan o su historia —pequeños soles, triángulos, puntos en el mentón o en las sienes—, y henna en las manos, como un lenguaje secreto de belleza y protección. Ellas danzaban en bodas, en celebraciones, en rituales de paso. Pero también danzaban para sostener su vida, su libertad, su identidad. Y aunque el tiempo las empujó hacia los márgenes, su influencia permaneció: sin las Ghawazee, no existiría la danza oriental como la conocemos hoy. Cada ondulación, cada vibración de cadera, cada sonrisa que se ofrece al público… lleva su memoria. Hoy, al mover nuestro cuerpo, lo consideramos como memoria ancestral, es energía creadora. El vientre que da vida, la cadera que sostiene, la espalda que resiste. Y cuando danzamos juntas —en comunidad, en círculo, en mirada compartida— revivimos algo sagrado: la certeza de que el movimiento puede sanar, que la danza es una forma de amor, y que el viento que un día movió el espíritu y cuerpos de las Ghawazee aún sopla dentro de nosotras. 🌾 🎶 Estilo: Danza Ghawazee (folclore de Egipto) 🌺 Gracias a las bailarinas investigadoras e intérpretes: Maria Teresa Merchán Carolina Diazgranados Sara Osorio Lida Suaza Mónica Moreno Liliana Gayón Maria del Mar Sarria Tibisay Molina Patrick Andrea del Castillo Dirigido por Mara Angarita @secretgardenrooh 📸 Video: Richard Palomares