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Volví, solo para encontrar a mi prometido proponiéndole matrimonio a mi hermana. Esa misma noche, retiré todas mis acciones. Después de pasar dos años con el equipo médico brindando apoyo en países empobrecidos, por fin había terminado mi misión. El próximo mes se suponía que sería mi boda. Terminé la cuarentena y regresé en silencio a casa, con la esperanza de sorprender a mi prometido. Pero lo que encontré fue una pila de más de cien libros de planificación de bodas, sobre la mesa de centro. El novio era él, pero la novia... no era yo. Corrí a buscarlo. Apenas puse un pie en el hospital, presencié la escena que jamás imaginé ver: mi novio, el subdirector, le proponía matrimonio a otra persona. —¿Flora, te casarías conmigo? Nuestra gran boda del próximo mes, aún no tiene novia. El hospital estalló en aplausos y vítores, por parte de doctores, enfermeros y pacientes por igual. Su mirada estaba llena de ternura y expectativa, y yo, de pie en una esquina, agotada por el viaje, sentí un vacío profundo. No era la protagonista de su historia, así que, en ese momento, sentí que bien podía dejarlos vivir su boda. Sin embargo, tras mi desaparición, él se volvió loco buscándome. La escena de la propuesta, decorada con rosas, se mezclaba con el olor antiséptico del hospital. Javier, arrodillado sobre una rodilla, lucía igual de recto y seguro que cuando me propuso matrimonio hace dos años. Pero la persona frente a él no era yo. —¿Flora, te casarías conmigo? —repitió, su voz firme, su rostro iluminado por la emoción. Flora se tapó la boca en shock, y con la otra mano temblorosa, se acercó. Un brillante anillo de diamantes se deslizó en su dedo. Se abrazaron con fuerza y se besaron apasionadamente. A pesar del bullicio de la multitud aplaudiendo, la intimidad de su beso retumbó con claridad en mis oídos. No pude evitar acariciar el anillo de compromiso que Javier me había dado antes de partir. Él solía decir que, mientras yo llevara ese anillo que había grabado con sus propias manos, siempre sería su esposa. Pero el anillo me quedaba pequeño.