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Llegamos a República Dominicana como dos gringos curiosos… y terminamos enamorados de un país que no se parece a ningún otro. Aquí descubrimos que ser dominicano no es solo nacer en una isla, es una forma de vivir: alegría en medio de todo, solidaridad sin preguntar quién tú eres, y una cultura que te abraza como si fueras familia desde el primer día. En cada barrio, en cada colmado y en cada esquina, encontramos gente auténtica que te ofrece café, comida y conversación sin esperar nada a cambio. Los dominicanos tienen una magia única: convierten cualquier momento en un recuerdo, cualquier playa en un paraíso, y cualquier desconocido en un amigo. Recorrimos playas que parecen Photoshop, pero son reales: Punta Cana, Bahía de las Águilas, Playa Macao, Playa Rincón y la hermosísima Playa Frontón. Caminamos por las calles de Santo Domingo, subimos montañas en Jarabacoa y Constanza, y nos metimos a ríos que parecen sacados de películas: Río Yasica, Río Jamao, Río Masipedro, y por supuesto, el famoso Río Nizao, perfecto para aventureros. Y sí, también vimos la otra cara: barrios humildes con historias fuertes, pero llenos de dignidad, fuerza y comunidad. Lugares que muchos llaman “peligrosos”, pero donde nosotros encontramos cariño, risas, protección y gente trabajadora que lucha por sus sueños todos los días. Este canal es nuestra forma de decir gracias. Gracias por dejarnos ser parte de su cultura. Gracias por enseñarnos a bailar, a comer bien, a hablar con sabor, y a vivir sin tanta complicación. Gracias por mostrarnos que el hogar no siempre es donde naces, sino donde te reciben con el corazón abierto. Hoy ya no nos sentimos gringos… Nos sentimos parte de esta isla que late fuerte y contagia vida. República Dominicana nos cambió para siempre. Y esta historia apenas comienza