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En febrero de 1936 se celebraron en España elecciones generales después de dos años de gobierno del centro y la derecha. El gobierno derechista había cometido un error infantil: no se había atrevido a poner fuera de la ley a los partidos y organizaciones de izquierda y a los separatistas catalanes que se habían sublevado en octubre de 1934 contra la República. De modo que la campaña giró en torno a la amnistía que pedía la izquierda para sus militantes encarcelados: los partidos del frente popular amenazaron con la Guerra Civil si eran derrotados. En las elecciones, que tuvieron lugar el 16 de febrero, la izquierda se impuso a través de un fraude electoral masivo. Los responsables de garantizar la Justica y limpieza del proceso electoral huyeron aterrorizados, y la izquierda se proclamó vencedora antes de que terminase el escrutinio: los resultados de las elecciones jamás fueron oficialmente publicados. Desde ese momento, se desató sobre España un vendaval de violencia. Así es el comienzo del segundo capítulo de 'Franco, memoria viva de España', de Periodista Digital y de la mano de Eduardo García Serrano y Fernando Paz más Carlos Pecker en la realización. En este segundo capítulo nos metemos de lleno en el arranque de la Guerra Civil. El visionado del programa es absolutamente necesario. Así continúa nuestro relato de arranque del programa: Se produjeron cientos de asesinatos políticos, en su mayoría perpetrados por izquierdistas; se quemaron cientos de iglesias, se asaltaron centros políticos de partidos y sindicatos derechistas, se ilegalizó la falange violando la ley, se cerraron periódicos adversos al gobierno, se encarceló ilegalmente a José Antonio Primo de Rivera, se ocuparon propiedades de modo completamente ilegal, se sucedieron los desfiles militarizados de las juventudes revolucionarias, que eran entrenadas con armas de fuego por oficiales del ejército… Mientras el gobierno se mantenía impasible, prisionero del apoyo de socialistas y comunistas en las cortes, que disfrutaron de carta blanca para actuar con absoluta impunidad. Para el mes de mayo de 1936, las huelgas se habían extendido por toda España, se sucedían las ocupaciones ilegales de fincas y en las grandes ciudades los milicianos hacían ostentación de su armamento, adueñándose de las calles y de los establecimientos públicos. Las organizaciones de izquierda no tenían un plan concreto de actuación, sencillamente porque carecían de capacidad política, sobre todo los socialistas y los anarquistas, por lo que su objetivo era difuso y solo sembraban el caos social. Pero el partido comunista de España sí sabía lo que quería. Su órgano de prensa, mundo obrero, había publicado en febrero el proyecto por ellos concebido. Básicamente, se trataba de un programa de cooptación progresiva del poder, hegemonizando a las fuerzas revolucionarias, primero, para después suplantar la república burguesa hasta desembocar en la instauración de su dictadura. Ante tal estado de cosas, un grupo de militares concibió un golpe para detener la peligrosa deriva política de la República. La orientación ideológica de los conspiradores no era, como se ha pretendido, en absoluto, fascista: entre quienes se sublevaron había militares como Queipo de Llano, que había conspirado antes contra la monarquía; Miguel Cabanellas, que pertenecía a la masonería y uno de cuyos hijos se había presentado a las elecciones como candidato del PSOE; Muñoz Grandes, al que Azaña había encargado la organización de la guardia de asalto, la policía republicana; o Antonio Aranda del que sospechaba que pertenecía también a la masonería. Contaron con el apoyo de las fuerzas civiles más combativas, como la Falange y los tradicionalistas, pero siempre en una posición subordinada a los militares. El objetivo de los conspiradores era el desplazar al gobierno, pero no el de acabar con la República: debían corregir el rumbo que había tomado la vida política y social en España y establecer una dictadura republicana que recondujese la situación. Algunos militares dudaban, porque la empresa era, sin duda, peligrosa, y las organizaciones que se le opondrían eran, sin duda, poderosas. Pero el asesinato de Calvo Sotelo el 13 de julio de 1936 terminó de decidir a muchos dudosos: el jefe de la oposición había sido asesinado por un comando compuesto por policías, guardias civiles y escoltas de altos cargos del PSOE. Aquel crimen fue la causa de que muchos españoles se sumasen al alzamiento que tendría lugar cuatro días más tarde, como fue el caso del propio franco, que solo terminó de decidirse a la vista del asesinato de Calvo Sotelo. Había llegado un momento en que, para media España, era más peligroso no sublevarse que hacerlo. -----------------------------