У нас вы можете посмотреть бесплатно Mis padres enviaron un mensaje al grupo familiar: «Creemos que es mejor que te alejes por ahora». или скачать в максимальном доступном качестве, видео которое было загружено на ютуб. Для загрузки выберите вариант из формы ниже:
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Soy Elena, tengo 29 años, y hace tres semanas mi familia decidió que ya no merecía un lugar en la mesa. Todo comenzó con un mensaje en el grupo familiar de WhatsApp que decía: "Después de mucha consideración, creemos que sería mejor que Elena se enfoque en otras oportunidades fuera de la empresa. Esto no es definitivo, solo necesitamos realinear las prioridades." Mi tío Roberto reaccionó con un pulgar hacia arriba. Mi prima Daniela escribió: "Es lo mejor para todos." Mi madre agregó: "Sabemos que entenderás, cariño." Leí el mensaje tres veces antes de responder. "Entendido. También retiraré mi inversión del fondo familiar. Les deseo lo mejor." Esa noche, a las 11:47 PM, cerré mi participación en el fondo. A las 2:30 AM mi teléfono empezó a sonar sin parar. 127 llamadas perdidas para el amanecer. Mi padre dejó un mensaje de voz que decía simplemente: "¿Qué diablos hiciste?" Pero eso fue antes de que supieran todo lo demás que tenía guardado. Los Herrera no éramos una familia cualquiera de Chicago. Éramos los Herrera, un apellido que resonaba en los círculos de bienes raíces comerciales de todo el Medio Oeste. Nuestro negocio familiar, Herrera Development Group, había estado construyendo rascacielos y centros comerciales durante cuatro generaciones, comenzando con mi bisabuelo, quien llegó de México con nada más que ambición y una comprensión intuitiva de qué terrenos valdrían oro en el futuro. Crecí en una mansión de piedra caliza en Lincoln Park, rodeada de trofeos del éxito empresarial: fotografías con alcaldes y gobernadores, maquetas de proyectos icónicos que habían transformado el skyline de Chicago, y un comedor donde se cerraban tratos de cientos de millones de dólares durante las cenas dominicales de mi madre. Mi padre, Patricio Herrera, había llevado la empresa desde construcción residencial hasta convertirla en una potencia de desarrollo comercial. Mi madre, Carmen, era la perfecta esposa empresarial, organizando eventos benéficos donde los contactos políticos y empresariales se mezclaban con champán de $500 la botella y su famoso flan de coco. Desde pequeña mostré una fascinación por los números que sorprendía a todos. Mientras mis primas jugaban con muñecas, yo estudiaba los planos arquitectónicos que mi padre dejaba en su estudio. A los ocho años ya entendía conceptos de zonificación urbana que algunos adultos no lograban captar. A los doce, podía calcular márgenes de ganancia y proyecciones de flujo de efectivo más rápido que la mayoría de los contadores de la empresa. Inspirado por: My Parents Sent A Group Message: 'We Think It’S Best You Step Away For Now.' My Aunt Reacted With...