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“Mentí y dije ‘Me pegó’ para ganar el divorcio — Ahora soy yo quien tiene antecedentes penales” Nunca pensé que terminaría así. Jamás imaginé que yo, de todas las personas, tendría una ficha policial, mientras mi exesposo disfruta de la vida que soñaba vivir yo. Mi nombre es Mariana, tengo 28 años, y cuando me casé con Héctor, él tenía 35 y yo apenas 21. Nada, absolutamente nada, sugería que las cosas pudieran salir así. Al inicio todo parecía perfecto. Héctor ya tenía su vida organizada cuando lo conocí: un lindo condominio, un buen auto, y una carrera estable en algo corporativo que nunca llegué a entender. Yo apenas estaba comenzando mi primer empleo en facturación médica, todavía viviendo con compañeras de cuarto cuando coincidimos en la parrillada de un amigo común. Él era tan maduro comparado con los chicos de mi edad, que apenas podían recordar comprar papel higiénico. Me cautivó al instante. Los primeros dos años fueron, honestamente, maravillosos. Héctor me llevaba de vacaciones reales, no simples fines de semana en la cabaña prestada de algún conocido. Íbamos a resorts lujosos, donde nos servían esas bebidas sofisticadas adornadas con sombrillitas. Mudarnos a su condominio me hizo sentir que me había adelantado en la vida, mientras mis amigas morían de envidia. Me encantaba sentir eso. Pero entonces las cosas cambiaron drásticamente. A Héctor lo ascendieron, lo que debió ser algo bueno, pero en cambio empezó a trabajar más y más horas, regresando cada vez más tarde. Yo me quedaba en casa, atrapada frente a Instagram, mientras él estaba en cenas, reuniones y eventos interminables. Poco a poco, comencé a sentirme como un simple trofeo, una esposa joven y bonita a la que él regresaba después de presumir frente a sus colegas. Ahí fue cuando comencé a buscar problemas. Al principio eran peleas normales: "¿Por qué no contestaste mi mensaje?", "¿Por qué siempre estás en el trabajo?", "¿Por qué nunca salimos ya?" Pero una noche algo en mí simplemente se rompió.