У нас вы можете посмотреть бесплатно Oración por mi madre fallecida: en tus manos, Señor, dejo su alma или скачать в максимальном доступном качестве, видео которое было загружено на ютуб. Для загрузки выберите вариант из формы ниже:
Если кнопки скачивания не
загрузились
НАЖМИТЕ ЗДЕСЬ или обновите страницу
Если возникают проблемы со скачиванием видео, пожалуйста напишите в поддержку по адресу внизу
страницы.
Спасибо за использование сервиса ClipSaver.ru
En esta oración profunda y sincera, me acerco a Dios para poner en sus manos el alma de mi madre fallecida. Es un momento de fe, de gratitud y de esperanza: una plegaria que nace del amor y del deseo de volver a encontrarnos algún día en la luz eterna. Si estás viviendo el dolor de una pérdida, esta oración puede acompañarte, ayudarte a sanar y recordarte que el amor no termina con la muerte, sino que se transforma en presencia, en paz y en fe. 🙏 Dedica este momento a tu ser querido. 💫 Deja que cada palabra sea un puente entre tu corazón y el cielo. Dios de la vida y de la eternidad, Señor que conoces el silencio y los secretos de cada corazón, hoy me presento ante Ti con humildad y con el alma abierta. Traigo conmigo el recuerdo de mi madre, su presencia que aún vive en cada rincón de mi memoria, su voz que parece resonar en los momentos de calma, y su ternura que aún me envuelve cuando cierro los ojos. Gracias, Señor, por el don de su existencia. Gracias por haberme permitido caminar junto a ella, por su fuerza silenciosa, por su paciencia inagotable y por la bondad que brotaba de sus gestos cotidianos. Gracias por los días en los que su mirada me dio confianza, por las veces en que su palabra me sostuvo, y por las oraciones que elevó cuando mi fe se debilitaba. Ella fue reflejo de Tu amor, signo de Tu presencia en mi historia, y fuente de luz en los días oscuros. Hoy, al recordarla, mi corazón siente la ausencia como un eco profundo. A veces me cuesta respirar en medio de este vacío, y la nostalgia pesa como piedra en el pecho. Extraño su sonrisa, su manera de escuchar, su calma ante la vida. Pero en medio del dolor, también me sostengo en la esperanza: creo, Señor, que la muerte no tiene la última palabra. Creo que mi madre vive en Ti, que su espíritu reposa en la plenitud de Tu amor, libre de todo sufrimiento, envuelta en la paz que no se acaba. Te ruego, Dios mío, que la recibas en Tu Reino con misericordia infinita. Que su alma encuentre descanso eterno en Tu abrazo y que sea colmada de la luz que no se apaga. Si algo en su vida quedó incompleto o herido, que Tu bondad lo transforme. Que cada obra buena que realizó florezca ante Ti como ofrenda viva, y cada gesto de amor se convierta en melodía de gozo en el cielo. Virgen María, Madre de la Misericordia, te confío a mi madre. Tú que conociste la herida de la pérdida, acompáñala con tu ternura y guíala hacia tu Hijo. Que tu corazón la envuelva con dulzura, que tus manos la conduzcan al descanso eterno. Intercede por ella para que participe del canto de los ángeles y goce de la alegría sin final. Y a mí, Señor, dame fortaleza. Enséñame a aceptar esta separación sin perder la fe, aunque el llanto aún me visite. Dame esperanza cuando el recuerdo duela más, y hazme comprender que cada oración y cada acto de bondad pueden convertirse en un regalo que la alcance más allá del tiempo. Quiero, Señor, vivir como ella me enseñó: con el corazón abierto, confiando en Tu voluntad y sirviendo con amor desinteresado. Que mi vida sea reflejo de la suya, testimonio de la fe que sembró en mí. Cuando piense en ella, que no me domine la tristeza, sino la gratitud. Que su memoria me impulse a acercarme más a Ti y a mirar el mundo con los mismos ojos de ternura que ella me mostró. Gracias, Dios, por haberme permitido experimentar a través de ella una muestra de Tu amor. Gracias por la lección de entrega, perdón y compasión que dejó grabada en mi alma. Aunque su voz ya no se escuche, su presencia sigue viva en la fe, en el silencio y en cada recuerdo que ilumina mis días. Te pido, Señor, que bendigas eternamente a mi madre. Que su espíritu repose en Tu presencia, en la plenitud de todo lo que anheló mientras caminaba por esta tierra. Y a mí, concédeme la paz interior que sólo Tú puedes dar. Que Tu palabra calme mi tristeza, y que la promesa de la vida eterna sea mi consuelo hasta el día del reencuentro. Te ofrezco, Dios, mis lágrimas, mis recuerdos y mis oraciones como expresión de amor y agradecimiento. Recíbelas como homenaje a la persona que me dio la vida y me enseñó a creer. Que esta oración sea un puente entre mi corazón y el suyo, una semilla de esperanza que florezca en Tu eternidad. Permíteme, Señor, que un día pueda verla de nuevo —no en la sombra del adiós, sino en la alegría de la unión definitiva. Que entonces todo lo que hoy es llanto se transforme en canto, y todo lo que duele se convierta en alabanza. Hasta ese momento, ayúdame a creer, a confiar y a amar, tal como ella me enseñó. Amén.