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¿Qué harías si llevas a tu esposa moribunda al hospital y todos te ignoran durante horas mientras ella se desvanece frente a tus ojos? Esta es la historia de un hombre desesperado, una mujer al borde de la muerte en una silla de ruedas, y un sistema médico que estaba a punto de cometer el error más grande de su historia, porque lo que ninguno de esos médicos sabía era que en esa sala de espera estaba ocurriendo algo que cambiaría sus carreras para siempre. Quédate hasta el final porque lo que sucedió en ese hospital dejará tu corazón completamente destrozado y luego te hará creer en la humanidad otra vez. Esto que vas a escuchar hoy no es una historia cualquiera, es un testimonio sobre dignidad, amor incondicional y un momento que dividió la vida de todos en ese lugar en un antes y un después. Son las tres de la madrugada cuando Marcos despierta sobresaltado al escuchar un gemido ahogado que viene del lado de su cama. Su esposa Helena, esa mujer hermosa de cabello rubio que ha estado luchando contra una enfermedad degenerativa durante los últimos dos años, está retorciéndose de dolor en la oscuridad. Sus labios están pálidos, casi azules, y cuando Marcos enciende la luz puede ver que ella está sudando frío y tiembla incontrolablemente. Helena intenta hablar pero las palabras no salen, solo un quejido desesperado que hiela la sangre de su esposo. Marcos salta de la cama, su corazón latiendo como un tambor de guerra, y en cuestión de segundos está vistiendo a Helena con manos temblorosas, colocándola con todo el cuidado del mundo en su silla de ruedas, esa silla que se ha convertido en su compañera permanente desde que sus piernas dejaron de responder hace ocho meses. El camino al Hospital Central San Rafael debería tomar veinte minutos pero Marcos lo hace en doce, conduciendo como si el mismo demonio lo persiguiera, mirando constantemente por el espejo retrovisor a Helena que va en el asiento trasero, sujetándose el pecho con una mano mientras la otra cuelga sin fuerzas. Cada semáforo en rojo es una eternidad, cada segundo cuenta, y Marcos puede sentir cómo la vida de su esposa se escurre como arena entre sus dedos. Cuando finalmente llegan a la entrada de emergencias, son las tres y cuarenta de la madrugada, y aquí es donde esta historia toma un giro que nadie esperaba.