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Me fui al motel con mi primo, cuando llegué, el recepcionista me dijo que mi esposo estaba ahí

Me fui al motel con mi primo, cuando llegué, el recepcionista me dijo que mi esposo estaba ahí buscándome. Así que nos metimos rápido a la habitación, pero justo antes de cerrar la puerta, vi a mi esposo entrando a otra habitación con una chica que no conocía. Me guiñó el ojo y me lanzó el anillo de compromiso al suelo. El sonido de la puerta de la habitación del motel al cerrarse fue un clic sordo y definitivo, un punto final que me separaba del mundo exterior. Por un segundo, el único sonido fue el zumbido eléctrico de un viejo aire acondicionado y mi propia respiración, entrecortada y ruidosa en mis oídos. El aire olía a limpiador de pino y a un vago rastro de cigarrillo, una mezcla barata y anónima que de repente se sentía asfixiante. Me quedé apoyada contra la madera, con la mano todavía en el pomo, incapaz de moverme. La imagen estaba grabada a fuego en mi mente: la cara de Rafael, mi esposo, iluminada por las luces del pasillo. No había sorpresa en sus ojos. Ni dolor. Solo una especie de triunfo frío y sereno que me heló la sangre.