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ARTIAGA: una panadería familiar con una historia gastronómica que emociona

Nació hace más de 90 años y sólo la herencia del oficio permitió que Artiaga siga ofreciendo pan como lo hacía de la mano de Antonio Rodríguez, el inmigrante gallego que se instaló en La Boca, donde repartió pan a caballo entre los vecinos y hasta cruzó en balsa a la Isla Martín García para llevar pan y galletas marineras a sus habitantes. A principios de los 80 se mudaron al barrio porteño de Saavedra y ya bajo el mando de Graciela, hija de Antonio, fueron diversificando su oferta de productos con una factura como emblema: el paracaídas. Se iba a convertir en medialuna, pero hubo un error al cortar la masa y terminaron improvisando una suerte de pañuelo que se cerraba como un paracaídas con dulce de leche adentro y pastelera por encima. La idea, a cargo de un maestro panadero que había sido combatiente en la Guerra de Malvinas. El legado familiar ya tiene a los tres hijos de Graciela en el local: José Antonio, Juan Manuel y Marisol Alfonso Rodríguez. Y Artiaga parece tener vida para rato. Graciela, conocida como Mamá Artiaga, nos recibió en el local, con Juan Manuel como segundo anfitrión.