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Schopenhauer tenía razón: tu ira no te destruye, ¡y quieres saber por qué! Estás en medio de una discusión con tu pareja. Ella está molesta, su voz se eleva, sus palabras son duras. Y tú sientes cómo todo tu cuerpo reacciona. El corazón se acelera, las manos se aprietan, hay una presión en el pecho. Tienes dos opciones claras en ese momento: explotar de vuelta o tratar de razonar desesperadamente para calmarla. Haces lo primero y la pelea escala hasta convertirse en guerra. Haces lo segundo y te sientes pequeño, perdido, rogando por paz. Ambas opciones te dejan sintiéndote derrotado. Pero hay una tercera opción que casi nadie conoce. Y un filósofo pesimista del siglo diecinueve la explicó perfectamente. Arthur Schopenhauer no escribió sobre relaciones para ayudarte a conquistar mujeres o ganar discusiones. Escribió para revelar algo mucho más profundo y perturbador: que no eres dueño de ti mismo. Que hay una fuerza operando dentro de ti, una fuerza ciega e irracional que él llamó la Voluntad de Vivir, y que en momentos de conflicto, esa fuerza toma el control completamente. Tu capacidad para mantener tu centro cuando alguien más está perdiendo el suyo no es solo una habilidad social. Es una batalla filosófica entre tu consciencia y tus impulsos más primitivos. La primera razón por la que el conflicto en las relaciones es tan intenso es porque activa la Voluntad en su forma más pura. Schopenhauer decía que esta Voluntad es un deseo ciego que no puede ser satisfecho, que solo genera sufrimiento. Cuando ella está enojada contigo, tu Voluntad percibe amenaza. Amenaza a tu ego, a tu necesidad de ser valorado, a tu deseo de control, a tu miedo al abandono. Y esa Voluntad quiere defenderse inmediatamente, sin pensar, sin reflexionar. Quiere gritar de vuelta, justificarse, atacar, hacer cualquier cosa para eliminar la sensación de amenaza. Eso no es debilidad de carácter. Es biología antigua chocando con realidad moderna. La segunda razón es que el conflicto expone brutalmente quién controla tu estado emocional. Schopenhauer enseñaba que el intelecto, tu capacidad de razonar, es solo un sirviente de la Voluntad. No es el jefe. Entonces cuando reaccionas con rabia a su rabia, cuando te desestabilizas completamente porque ella está desestabilizada, estás demostrando que tu estado interno depende de su estado externo. Ella tiene el control remoto de tus emociones. Y eso, más que cualquier otra cosa, erosiona el respeto en una relación. No porque sea tu culpa ser humano, sino porque las relaciones saludables requieren dos personas que puedan mantenerse centradas incluso cuando el otro está en tormenta. La tercera razón es que en el contexto latino específicamente, fuimos programados para fallar en estos momentos. El machismo tradicional nos enseñó que cualquier desafío a nuestra autoridad debe ser respondido con demostración de poder. Que un hombre que no domina una situación es débil. Que la única emoción masculina válida es la rabia. Entonces cuando ella expresa enojo, frustración o decepción, nuestro condicionamiento cultural nos dice que debemos responder con fuerza, con control, con dominación. Pero esa respuesta es exactamente lo que convierte un desacuerdo en una guerra. Fuimos entrenados para reaccionar de la peor forma posible. La cuarta razón es que confundimos mantener tu centro con ser frío o insensible. Schopenhauer era conocido como pesimista, pero su filosofía no era sobre volverse un robot sin emociones. Era sobre reconocer las fuerzas que nos mueven para poder tener algo de agencia sobre ellas. Mantener tu centro no significa no sentir nada cuando ella está molesta. Significa sentir la emoción, reconocer el impulso de reaccionar, y elegir conscientemente una respuesta diferente. Es la diferencia entre ser arrastrado por la corriente y nadar con dirección propia. La quinta razón por la que esto importa es porque el momento del conflicto revela la verdadera naturaleza de la relación. Cualquiera puede ser amoroso cuando todo va bien. Pero cuando hay tensión, cuando hay desacuerdo, cuando las emociones están elevadas, ahí es donde se prueba si dos personas pueden realmente estar juntas a largo plazo. Si ambos reaccionan con sus peores versiones cada vez que hay conflicto, están creando un patrón destructivo que eventualmente terminará la relación. Si al menos uno puede mantener calma y responder en lugar de reaccionar, hay esperanza. La sexta razón es que tu reacción en el conflicto comunica más sobre ti que mil palabras en momentos de paz. Cuando explotas, cuando te vuelves defensivo, cuando atacas de vuelta, estás comunicando que tu fortaleza es superficial.